La
realidad política que nos pone frente a los verdaderos desafíos que
enfrentamos las sociedades latinoamericanas, y no solo la argentina,
está pasando por Ecuador, donde se está palpando el final que nos
espera cada vez que retomamos la senda neoliberal impuesta por el
imperio y los socios locales de cada Nación, donde todo unicamente
cierra con violencia extrema, con la muerte de los más débiles, con
el avasallamiento de los derechos de forma obscena y una invitada
infaltable en estos casos de disputas entre intereses tan opuestos
como irreconciliables: la traición.
La
verdad es relativa, claro, pero los hechos son las únicas evidencias
desde los cuales extraer las conclusiones útiles y certeras. Y los
hechos son la pobreza, el hambre, la estafa social, la inmoralidad y
el robo descarado de los bienes producidos por toda la ciudadanía,
en nombre de “la salvación de la Patria” y “la democracia”,
ideales deformados a medida de los intereses de los poderosos
oligarcas y las corporaciones con las que pactan sus sucios
negociados.
Días
después del levantamiento indígena contra las medidas impuestas por
el FMI, luego de los muertos, los heridos y los encarcelados, de la
soberbia del traidor Moreno frente a los justos pedidos de la mayoría
de la población, desesperada ante la imposibilidad de hacer frente a
semejantes hurtos de la dignidad y la vida, aparece el famoso
“diálogo” entre los dirigentes de los alzados y el (des)gobierno
ecuatoriano, como una especie de bálsamo que curará las heridas y
restañará la paz. El gobierno del ridículo personaje rodante, ha
dado un pequeño paso hacia atrás, pero salvando su ataque
ideológico y persecutorio hacia cualquiera que se atreva a defender
los días de gloria popular y a su mentor exiliado.
Incomprensiblemente,
los dirigentes indígenas también elevan sus dedos acusatorios hacia
quien les restituyó la dignidad y la ciudadanía, menospreciando
semejante realidad para terminar sirviendo como simples peones del
ajedrez imperial, que intenta desaparecer la memoria de los hechos en
base a fantasiosos relatos mediáticos, donde todo se embarra y se
moldea siguiendo las directrices de los amos financieros y sus
cómplices locales.
La
“Maldición de Maliche” sobrevuela casi siempre a Nuestra
América. Las traiciones forman parte indisoluble de las acciones de
los pueblos sometidos, donde nunca faltarán los obsecuentes y los
falsos profetas, los que pretenden ubicarse en el “punto medio”,
el inexistente sitio predilecto por los cobardes, lugar donde
transitan seguros adulando al poderoso y aceptando el mancillamiento
de los compañeros.
Otra
postergación de la liberación. Otra vuelta en la llave de la cárcel
de la memoria, para regocijo del imperio y solaz de los imbéciles
que lo sirven de una u otra forma. Otra triste e inútil manera de
intentar someter a un Pueblo que no tardará en descubrir la
necesidad de redoblar sus empeños libertarios, despejando su camino
de sometidos y sometedores, para descubrirse como actores principales
de este drama que debe culminar con la victoria que desaloje, y esta
vez para siempre, a los eternos asesinos de su historia.
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