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Por
Roberto Marra
Nuestra
América está encendida. Los levantamientos populares contra cada
uno de los gobiernos neoliberales se suceden en uno y otro País,
demostrando lo que sabíamos que sucedería cuando comenzó esta
etapa restauradora de las peores recetas económicas y financieras,
que solo los ciegos intelectuales no veían o, lo que es peor, hacían
como que no veían. Y así como se reproducen en cada Nación hechos
similares originados por las mismas causas estructurales dependientes
de este sistema regresivo de la distribución de las riquezas,
también surgen las respuestas de sus gobiernos, siempre signadas por
la extrema violencia y la militarización de las calles, sembrando de
sangre a la sociedad enardecida por tanta barbarie hambreadora.
Ese
ejemplo emancipador y soberano no podía dejar de ser mal visto por
el imperio, que desde su mismo comienzo estableció sus “cabezas de
playa” mediante esas oscuras organizaciones “no gubernamentales”,
que son, en realidad, muy gubernamentales, pero de EEUU. La prensa
canalla, al igual que en nuestro País, se encargó de la
estigmatización de su conductor y de cada una de las medidas que fue
tomando para sacar a Bolivia de su postración económica. La dureza
y la desvergüenza de los medios fue creciendo a medida que avanzaron
los éxitos en la distribución social de los beneficios, obtenidos
por una administración enfocada en transformar una sociedad
profundamente dividida entre clases y también entre colores de piel.
Por
increíble que pueda parecer, la población que logró salir de sus
miserias cotidianas, que accedió por primera vez en varias
generaciones al trabajo registrado y al consumo de bienes eternamente
vedados para ellos, se fueron transformando en enemigos de quien se
los posibilitó. Con esa impronta cegadora de la realidad de las
clases medias de todos los países, sus miradas sobre los hechos
revolucionarios bolivianos viraron al odio hacia el “indio bruto”,
que es como llaman a Evo Morales los integrantes de la oligarquía
blanca.
Ahora,
cuando el proceso electoral culmina con una diferencia tan estrecha a
favor de este líder prodigioso de Nuestra América, estalla lo que
venía anunciando mucho antes de iniciar la campaña quien oficiaba
de candidato opositor en esta ocasión, un cómplice de las peores
dictaduras y sufrimientos del pueblo andino, un simple empleado de la
embajada yanqui, un salteador de la historia que prometió aplicar,
de ganar, las mismas recetas que están haciendo estallar a sus
vecinos continentales.
Pero
lo realmente llamativo, lo de verdad enervante, es la cantidad de
votos que obtuvo este energúmeno político, logrando la confianza de
esos nuevos integrantes de la “clase media”, apurados por
parecerse a sus hambreadores, desesperados por empujar al héroe que
sacó del desconocimiento y la frustración permanente a una Nación
compuesta por varias naciones, diversa y compleja, pero rica y fértil
para la semilla de la liberación que supo traducir en dignidad para
los postergados de toda la vida.
No
actuó ni actuará solo este representante de las peores lacras de la
Bolivia que se está dejando atrás. Los billetes corrieron
profusamente desde el encargado de negocios yanquis para alimentar a
los débiles de sentimientos patrióticos. Los veedores de la OEA se
transformaron, como no podia esperarse otra cosa, en quienes
comenzaron a hablar de “fraude”, la palabra santa de los
“demócratas” que solo aceptan sus propias decisiones, comenzando
a desandar un camino de violencias que tenían preparado para
desligitimar la continuidad de Evo y su gobierno de transformaciones
asombrosas.
Los
periodistas corresponsales de medios extranjeros se suman a la
contienda, con esos estigmas antipopulares que los caracterizan,
siguiendo a rajatabla el manual de la mentira organizada, los
razonamientos basados en parcializaciones de la realidad, los
grotescos desvaríos ideológicos que difunden con premura y cierto
tufillo a desprecio de clase (y de “raza”) que nunca deja de
traslucise en sus envios desde el lugar de los hechos.
Lo
que nos espera es una escalada de violencias con las que intentarán
sacar del poder al legítimo ganador por la voluntad popular
expresada en las urnas. No escatimarán esfuerzos asesinos para
lograrlo, porque el imperio los urge y la oligarquía no quiere
seguir cediendo sus privilegios centenarios. Desde la mediática
falseadora de la verdad habrán de mostrarlo como otro levantamiento
similar a los que se dan en otros países, a sabiendas de las
diferencias de orígenes y del estado social en cada uno de ellos.
No
les importa, porque su misión es el desgaste permanente de cuanto
movimiento promotor de Justicia Social exista en cualquiera lugar de
la Patria Grande, que no reconocen como tal, sino como un simple
reservorio de materias primas del imperio. Así aconteció en
Argentina durante los gobiernos populares de este siglo y del
anterior. Así trataron y tratan de imponer sus miserables sistemas
de robos sistematizados de nuestras riquezas a costa de sufrimientos
indescriptibles de la población.
Y
así continuarán actuando mientras no seamos capaces de acabar con
esa tan oscura manera de envenenar las conciencias y dilapidar los
esfuerzos de la buena gente del Pueblo. Porque fue, es y será a
través de las herramientas culturales que nos han dominado, deberá
ser ahora con esas mismas que deberemos, imprescindiblemente,
construir una estructura poderosa e inteligente de comunicación
popular, para saltar por encima del cerco de mentiras con las que han
acabado cada uno de nuestros sueños soberanos.
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