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lunes, 5 de agosto de 2019

CUATRO AÑOS (Drama en 5 actos)

Por Roberto Marra
Capítulo 1: LA FIESTA

Llegaron en medio de una fiesta amarillenta, reventando globos, bailando cumbias, repartiendo mentiras, desafiando a la realidad con embustes de todo tipo, arrinconando a los descreídos contra las cuerdas del oprobio y la burla permanente, rompiendo la inteligencia colectiva en mil pedazos, para atragantarnos con estigmas elaborados por un asesor importado, deshaciendo cada hecho cotidiano favorable, reconvirtiendo cada buena acción pasada en opresión y desengaño sin sentido. Saltaron y saltaron frente a escenarios repletos de esos brutos empoderados por millones de infelices, disfrazados de esperanzas en promesas de sus eternos enemigos, que también saltaban de alegría, sabedores de sus seguras victorias financieras, a cubierto de la verdad por los favores de sus socios parlanchines de TV. Se hacía realidad la irrealidad, se ponía en el escenario cotidiano el odio irreparable hacia los señalados con los dedos de los felices ganadores como los culpables de todas las desgracias nacionales. Se cobijaron en la ignorancia alimentada desde la herencia histórica y la repetición goebeliana, arrastrando hasta los mendigos a depositar en las urnas el escarnio amarillo para derribar el sueño en marcha.
Capítulo 2: LA ESTAFA
Duró poco la fiesta vengadora para los de abajo del escenario. Estalló la otra fiesta, la del Poder desatado en tarifas sin sentido, en manejos estrambóticos de la moneda, en inmediatos arreglos con sus buitres asociados, en el freno a los programas populares, en el desarme de salarios frente al jolgorio remarcador de los pulpos del diario robo disfrazado de venta de alimentos. Duró menos la triste felicidad de los jubilados odiadores, camino al infierno construído con sus propias manos desmemoriadas. Irrumpieron los bonos de inmensas alegrías financieras para los buitres disfrazados de golondrinas, desplazando al crédito barato hacia los recuerdos cercanos de los empresarios cómplices de las desventuras ahora padecidas, por imperio de sus flácidas creencias en fantasías basadas en sus pretensiones de imposibles oligarcas. Se impuso la evasión impúdica de capitales de los propios ceos convertidos en ministros, ese mismo capital que, decían, iba a derramarse sobre el pobrerío que los ungió en las urnas degradantes de sus olvidados valores morales.
Capítulo 3: LA TRAGEDIA
Reapareció la miseria, se reavivó la pobreza, se esparció el virus mortal del abandono. Comenzó el cruel peregrinaje de los jóvenes en las largas colas de búsqueda infructuosa de trabajo. Se desató la tormenta del dólar para acabar con la primer etapa de la mentira programada, reapareció el viejo Fondo, el enemigo mortal de nuestra historia más oprobiosa. Se rearmó mil veces el discurso obsceno de las fútiles esperanzas en semestres imposibles, se rediseñó el camino de la entrega al imperio que subyuga a los imbéciles con aire de patrones que se adueñaran de todo, para nada más que honrar las deudas y deshonrar al Pueblo aprisionado por armar su propia trampa electoral. Comenzó el defile por las pantallas de los condenados al fin de sus historias de trabajo, rejuntados con la pobreza que habían desviado por un buen tiempo de su lado, desesperados por el vacío fabricado con sus adhesiones al odio fabricado por sus enemigos, al lado de la tumba que les hicieron cavar con sus propias manos, para enterrar la realidad y olvidarla para siempre, para que nunca más se atrevieran a soñarla.
Capítulo 4: LA REACCIÓN
Comenzó de a poco la comprensión de los sucesos que estaban derrumbando la Nación, cuando se atisbaban resultados aguantados a fuerza de promesas tan vanas como los sueños de los condenados. Se tuvieron que aprender de nuevo los palotes educadores de nuevas-viejas construcciones populares, se animaron algunos agremiados a emprender el duro camino de la oposición a los victoriosos y sus diatribas mediáticas. Se anudaron otras comprensiones con consignas lanzadas por ese pasado no culminado de esperanzas al alcance de las manos de los ahora sometidos a la tortura de la desocupación y el hambre. Aparecieron otros caminos derivados de la desesperación consciente de las culpas en busca de la expiación de los extraviados, se miraron a los ojos nuevamente los perdidos en celadas preparadas por el enemigo, apartados del mismo camino que estaban recorriendo, por buscar la fácil corruptela de la vanidad y el desprecio a sus iguales.

Se asumieron errores y desvíos para empalmarlos con la comprensión de sus orígenes. Se revieron las miradas odiosas hacia los perseguidos por el enemigo mediático y se fueron esfumando, lemtamente, las diferencias fabricadas a fuerza de golpes virtuales y reales.
Capítulo 5: LA SALIDA
Apareció, por fin, la unidad, esa palabrita tan repetida y tan manchada de falsías. Se hizo presente en cada marcha popular, en cada acto demandante de derechos pisoteados, en cada búsqueda de justicia avasallada por el monstruo neoliberal. Se convirtió en grandeza con la palabra de la más denostada, la más perseguida, la más insultada mujer desde el repugnante “viva el cáncer” hasta nuestro tiempo. Se transformó en posibilidad de triunfo ante los sucios contaminantes de todo lo que tocan, los personajes malévolos de una tragedia consumada con el aplauso de los mismos sometidos. Se desataba otra tormenta, esta vez, de ilusiones más certeras, de pasiones con respaldos más honestos, que apaciguaron el polvo de la derrota original y elevaron la nota de los dueños de las justas demandas de reparación de los deleznables actos del peor y más corrupto gobierno de la historia. Se presenta ante los ojos populares el camino hacia una vida mejor, donde se acabe con el impúdico ultraje de una oligarquía que nunca pudo sacarse el olor a bosta de sus palabras y sus actos. Se entreabre, por enésima vez, esa puerta tan escondida por los poderosos, para dejarnos ver que sí es posible volver a lo mejor de aquellos tiempos donde el castigo del hambre se combatía hasta casi desaparecerlo, donde los errores cometidos eran solo producto de la búsqueda de otros caminos para mejores días, donde ya se podía oler la soñada Justicia Social que se abandonara tantas veces estando al alcance de nuestras manos. Ahora, cuando ya nos empujaron hasta el borde de perder el propio sentido de Patria, tenemos la obligación inequívoca de llenar las urnas que se vienen, con millones de sueños azules y blancos firmados con las lágrimas que nos dejaron como única salida de nuestra rabia. Para acabar con sus pobres riquezas de odios sembrados en estos cuatro años de afrentas a la historia, arrastrarlos hasta la tumba de sus vanaglorias malolientes y borrarles para siempre las perversas sonrisas de sus rostros.

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