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viernes, 3 de mayo de 2019

LOS PERIODISTAS "NEUTRALES"

Por Roberto Marra
Nada como parecer neutral o imparcial para adquirir el falso don de la ecuanimidad en las opiniones. Eso pareciera ser como una ley en el mundo del periodismo, cuyas más conocidas figuras realizan un permanente esfuerzo para mostrarse alejado de cualquier tipo de parcialidad, aún en hechos con los que resulta imposible no poseerla.
Esto, en los temas politicos, está siempre presente. Lo cual se nota demasiado, sobre todo cuando la realidad numérica muestra razones imposibles de soslayar. Es que los datos duros del desarrollo de una Nación no parecen, para esos periodistas, ser suficientes para ponderar su situación económica y social. Y resulta que por esa arraigada supuesta imparcialidad, terminan por nivelar opiniones sobre hechos y protagonistas que están muy lejos de cualquier tipo de equiparación posible.
Cuando de elecciones se trata, se refieren a ellas con ese criterio, impostando equidad en el tratamiento con los candidatos, poniendo en un mismo nivel de relevancia a personajes de muy oscuras referencias, con demostrados estadistas. Nos hacen escuchar “todas las campanas”, dicen. Pero al hacerlo, colocan las mayores dudas sobre quien esté desafiando al Poder, las suficientes para comenzar a sospechar que lo que estuvimos viviendo hasta ese momento, no parece tan seguro de ser real. Esto es particularmente visible en los casos de gobiernos de extracción auténticamente populares, mostrados siempre como sospechosos de corrupciones de todo tipo, atravesados por presunciones de culpabilidades de cualquier característica.
Con el escudo de la neutralidad siempre al frente, entrevistan además a supuestos analistas con eternas vocaciones de imparciales, cuyas historias personales anulan. Es con esa “palabra santa” del observador aséptico en cuestión, que nos traerán la aparente auténtica verdad, alejada de lo que llaman, generalmente, fanatismo.
El otro rubro jamás soslayado por estos escribas, es el de las encuestas. Tan reales o tan falsas como lo deseen quienes las pagan, servirán, invariablemente, para envolver el proceso electoral en ciernes con una nube de sospechas, sobre todo si se trata de un gobierno popular con pretensiones de continuidad. En realidad, los números no importan tanto como las sensaciones que dejan sus análisis forzados, tratando profusamente las razones de los fracasos y olvidando o soslayando los datos positivos de la gestión evaluada.
Estos periodistas participarán de esos clásicos paneles televisivos junto a otros periodistas, ámbito donde mostrarán sus vocacionales “imparcialidades”, para regocijo de los dueños de los medios, irremediablemente comprometidos con quienes pautan sus publicidades allí. Es que de esa manera se aseguran el negocio, postergando la verdad para mejores tiempos, ocasión pocas veces dada en la historia.
En esta “Era” de la mentira programada, de la justicia olvidada, de la razón en manos de los perversos, del miedo a perder el mendrugo diario, no parece extraño el proceder de estos periodistas complacientes del Poder. Pero causan daños irreparables. Postergan la vida de millones de personas acorraladas por las falsedades que las mantienen subdesarrolladas, inermes ante el ataque de los más horrendos procederes de los poderosos. Anulan las salidas que ya parecían estar al alcance de las manos de los sometidos, y cierran las puertas del virtual infierno en el que se sobrevive, solo para continuar con sus privilegiados puestos de relatores de la realidad tergiversada, que fabrican cada día.
La libertad, esa palabra tan usada por ellos, pero tan vilipendiada por sus procederes, termina siendo un sueño empobrecido y vano de las mayorías, atadas al carro de la ignorancia insuflada por estos cronistas de la irrealidad, cualunques reservorios de la inmoralidad de un Poder al que sirven, mintiendo. A nosotros, y a ellos mismos.

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