Imagen de "Alba Ciudad" |
Por
Roberto Marra
Prácticamente
desde el comienzo de nuestra existencia como Nación “independiente”,
la identidad nacional estuvo atravesada por una concepción
europeizante de los valores que definen las características de eso
que se da en llamar “argentinidad”. No extraña, entonces, que
cuando se requieren descripciones de la realidad nacional o
internacional, éstas estén cruzadas por esos conceptos que no
responden a la realidad vivida, sino a la “soñada” como ideal,
basada en nociones emanadas desde los pensadores europeos y, como sus
adláteres sociológicos, en algunos norteamericanos que los
complementan.
Preconceptos
amañados y sostenidos a rajatabla por energúmenos varios con aires
de “intelectuales”, resumen forzadamente la realidad hacia el
costado que les conviene a los poderosos conglomerados de
corporaciones que dominan la economía y las finanzas del Planeta.
Convencen, gracias a sus inmensas fuerzas mediáticas, a millones de
expectantes ciudadanos que aguardan respuestas para con sus dudas,
que buscan con denuedo una vida mejor, que rasguñan las piedras para
encontrar el sentido mismo de sus existencias, sin otro destino que
trabajar para sostener a las pocas decenas de dueños del Mundo.
Cuando
surgen movimientos populares que cuestionan sus sistemas y reglas,
que pegan un salto sobre sus decadencias manifiestas, que pretenden
poner fin a los inútiles sufrimientos padecidos en nombre de una
“libertad” que solo la es para sus dominadores, entonces la
reacción no se hace esperar y el desprecio se pone sobre la mesa de
la inequidad mundial, haciéndonos saber que nunca podremos salir de
sus jaulas ideológicas, como no sea en ataúdes.
El
dedo acusatorio de las peores maldades se hará omnipresente en cada
reportaje de sus estereotipados periodistas, vulgares voceros de las
patrañas maliciosas de sus amos. Con definiciones tajantes
intentarán hacer trizas las razones de los sublevados a sus
designios, ensayarán mil maniobras destructivas de la imagen de los
líderes populares que pretenden conducir a su Pueblo a destinos
superadores de la miseria que lo atraviesa desde siglos, inventando
pretensiones demoníacas para con esos adalides libertarios, que no
admiten en los que consideran “sus” territorios.
Los
llamarán “dictadores”. “Dictadores” repetirán los
obsecuentes locales. “Tiranos”, les llamarán los aprendices de
Goebbels del subdesarrollo. Los pintarán con trazos gruesos y
deformes, les impondrán ignorancias que no tienen y sembrarán dudas
sobre sus conductas honestas. Hablarán de miles de ridiculas
acciones nunca sucedidas, convertidas en certezas para los
consumidores imbecilizados con sus tropelías televisadas. Y
culminarán cada día con amenazas del final de sus mandatos por la
fuerza de la “razón” imperial, que es la suya y “deberá”
ser la nuestra.
Creidos
descendientes de “razas” superiores, millones de herederos de
sangres europeas preferirán ser parte de la miseria programada para
sus vidas, antes que pensarse como lo que son, habitantes y
ciudadanos de otro Mundo, de este Continente maltrecho por los abusos
imperiales y sus acólitos, esos pequeños gobernantes locales
dedicados a cobrar algunas comisiones por manejar los intereses del
amo norteño.
Pero
la historia suele porfiarle el camino al destino preparado por los
ideólogos de nuestras desgracias. Porque nacen seres excepcionales,
que se elevan por sobre las inmundas soberbias de los genocidas
planetarios, que asumen sus roles al comando de los pueblos desatados
de sus ligaduras, buscando porvenires que construyen con devoción,
adquiriendo una nueva práctica solidaria, desarrollando ideologías
propias, resumiendo sus devenires históricos en utopías que casi
pueden tocar, que les dan la fuerza necesaria para defender sus
objetivos ante quien sea, incluso el imperio más poderoso de la
historia.
No
lo comprenden demasiado los soberbios europeos. No entienden un ápice
los enceguecidos norteamericanos. Ni siquiera lo perciben los
idiotizados locales, embrutecidos a fuerza de imágenes falsas de las
cadenas de mentiras. Pero los pueblos rebelados existen, están
caminando delante de sus ojos. Son millones, son alegres y valientes,
capaces de derrotar la maledicencia y la brutalidad de los enemigos,
de enfrentar las balas y los misiles. Porque han comprendido ya, el
concepto que ahora pueden gritar al Mundo, han sentido que los
atravesó la luz de la gloria resumida en una sola palabra, que los
aúna y que los elevará por sobre los miserables destructores de sus
esperanzas. Han descubierto la Patria.
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