Imagen de "Resumen Latinoamericano" |
Por
Roberto Marra
La
acción imperialista no se fija en las fronteras, salvo en las
ideológicas. Lo que hace en una Nación, lo hace en otra. Las
medidas coercitivas que aplica en un País, la replica en el
siguiente objetivo, dejando de lado las divisiones que, sin embargo,
impulsan en los pueblos, provocan con devota pasión entre las
naciones integrantes de esta, Nuestra América. Con las mismas armas
(mediáticas y de las otras) intentan avanzar en su testaruda
conformación de un Mundo unipolar o, al menos, de un Continente
unipolar.
Se
animan a cualquier improperio sobre los gobernantes díscolos, los
asedian, los provocan, les preparan celadas para que caigan en su
redes de corrupciones, les “embarran la cancha” desde los medios
afines, que son mayoría absoluta en casi todos los países, les
inventan oposiciones pagadas por sus actores tercerizados, las ONG,
esas vergonzosas expresiones de la decadencia y la inmoralidad
politiquera.
Se
desesperan ante la firmeza de los gobiernos dignos, enloquecen cuando
las respuestas son de una honorabilidad que nunca practicaron ni
practicarán, de una grandeza y orgullo nacional que no admiten como
posibles en sus mentes obnubiladas por el poder del dinero, que
acumulan gracias a la plusvalía planetaria de la que se apoderan por
la fuerza.
Siguiendo
la tendencia por profundizar las fronteras territoriales por parte
del imperio, los gobiernos titiritescos del sur del Rio Bravo se
empeñan en resaltarlas, provocando tanto daño como sus amos del
norte a quienes se abren a nuevas experiencias políticas populares
intentando dejar de lado las cadenas, liberando sus fuerzas
productivas y mentales, para construir otro tipo de sociedades, donde
el valor de la solidaridad prime por sobre el pretendido poder que da
el dinero.
Esas
“marionetas” del imperio, se juntan en organismos supuestamente
defensores de “la democracia”, caballito de batalla que ya está
cansado de cabalgar en las mentiras que sostienen sus riendas. Desde
allí imponen “sanciones” a los gobernantes “díscolos”.
Ellos, que destruyen la vida de sus ciudadanos con políticas
económicas de miseria y hambre popular, que almacenan riquezas
inconmensurables haciéndose “dueños” de cada uno de sus paises,
se atreven a señalar a sus vecinos soberanos con el dedo de la
acusación falaz, con la invectiva propia de los hipócritas, con las
falacias inventadas por sus amos norteños para que les limpien el
camino de la “basura populista” que les impida succionar las
riquezas del continente Nuestroamericano.
Se
desesperan por parecer los mejores alumnos de sus patrones.
Sobreactúan sus chupamedismos y profundizan sus verborragias
antipopulares, con tal de merecer la atención “privilegiada” de
quien, tarde o emprano, también les soltará la mano para imponer a
alguien que les sirva de mejor manera a sus intereses. Mientras
tanto, generan daños irreparables, destrucción económica, pobreza
y desesperación en la población de los países atacados por sus
intentos libertarios.
Inútil
pretender cambiar sus oscuridades mentales. Trabajo perdido intentar
conversaciones de igual a igual, porque nunca admitirán ser iguales
a sus odiados enemigos ideológicos. Seguirán atacando y maltratando
la verdad hasta hacerla añicos, colaborando con vileza en el freno a
la soberana decisión de los países que se atreven a pensar sus
propias vidas.
El
imperio posee más de una forma de lograr sus objetivos perversos.
Pero nunca deja de lado sus amadas guerras, su pasión extremista y
devastadora, su terrorífica acción depredadora de humanos,
complementando su pretensión de “policía” continental con sus
lacayos locales. Y allí van los Piñeras, los Duques, los Bolsonaros
o los Macris, tirando tiros, lamiendo botas y llenando sus bolsillos
de monedas sangrientas, todo con tal de derribar la dignidad
venezolana, la valentia cubana, el desarrollo boliviano o los
intentos liberadores que cualquiera de las naciones pretenda realizar
en beneficio auténtico de sus pueblos.
En
ese “cambalache” se introducen los líderes populares de nuestro
País, de quienes llama la atención su poca mención a los sucesos
continentales, que forman parte del arsenal que luego los combatirá
para que no prosperen sus ideas y proyectos de justicia social. Es
una especulación que solo los conducirá al fatal resultado del
mismo aislamiento que logra el imperio respecto a sus actuales
“enemigos número uno”. Un camino donde la Patria Grande no
parece ser prioridad, aún cuando está demostrado por la historia
que solo desde lo continental se podrá lograr la ansiada y tantas
veces postergada liberación.
Los
manejos mediáticos del imperio son aceptados incluso por quienes
dicen luchar en contra de sus intereses. La palabra de un
comentarista de “la realidad” de una cadena de noticias yanqui
suele ser más escuchada que la de un líder auténtico de un Pueblo
atacado y perseguido. Las diatribas interesadas en mantener el status
quo, se prefieren a las manifestaciones contundentes de quien
defiende con valor y patriotismo a su Nación. Y esa búsqueda
infructuosa de los pueblos para construir un Mundo mejor, se pierde
día a día en la maraña de verdades tergiversadas que envuelven los
sucios mensajes del Poder, que sigue logrando imponer su máxima
preferida: dividir para reinar.
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