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viernes, 22 de febrero de 2019

LOS HUEVOS NECESARIOS

Imagen de "CharataChaco.net"
Por Roberto Marra
¿Puede haber mayor paradoja que alguien que no tiene huevos, los venda? La gira asiática del presidente parece generar esta contradicción. Empeñado en primarizar nuestra economía, el bailador de cumbias de la Rosada está recorriendo su último (esperemos) año de mandato, intentando hacer negocios en países con los cuales Argentina venía teniendo colaboraciones mucho más importantes que algunas ventas de hortalizas y frutas. Pero, con la soberbia propia de los inútiles, el actual mandatario asegura que gracias a sus gestiones ahora sí se abren las puertas del Mundo.
En realidad, se trataría solo de la apertura de una pequeñísima ventana, por donde su “gran intuición” comercial estaría conmoviendo a las autoridades de aquellas potencias para comprarnos... huevos. Con las gallinas enjauladas (al igual que sus opositores), listas para parir millones de esas ovoides manifestaciones de la naturaleza, parece que ya estamos listos para introducir en el Mundo nuestra mejor proteína aviar.
Obra nutritiva de la naturaleza, del que seguramente el presidente admira su interior amarillo “globo pro”, esta producción ha encontrado al fin quien luche con denuedo por su mercadeo a nivel internacional, lo cual supondrá la elevación del trabajo gallináceo, lo que no resulta tan extraño si observamos el tiempo transcurrido bajo la dominación de este esperpento politiquero que nos gobierna, sin reacciones acordes con los daños producidos, actitudes muy semejantes a las de esas sumisas aves de corral.
Clara, como la clara de los huevos que se intentan vender al exterior, la realidad está aplastando la acumulación de mentiras, que se pudren como los huevos al sol. Translúcidas como ese nutritivo y sano alimento, la verdad está aflorando por efecto de la rotura insaciable de los susodichos ovoides a los millones de miserabilizados de alimentos y conciencias, que despiertan lentamente del letargo mediatizado con mensajes sesgados de zócalos incoherentes con la vida real.
No cejará el “huevero” nacional en su prédica vendedora de humos (y huevos) amarillos. Por supuesto que no dejará de empujar al grueso de la población hacia el precipicio de la degradación material y moral. Es parte primordial de su mandato. No de quienes depositaron sus vergonzosos votos en semejante inculto, sino del imperio que alimenta la ruina de nuestros países para encolumnarlos detrás de sus intereses extractores de riquezas ajenas.
Tener o no tener huevos, es toda una definición popular. No se trata de poseer el resultado material de la naturaleza avícola, sino de la diferencia entre valientes y cobardes. Es la divergencia entre los atrevidos y los pusilánimes. Es la disposición a encarar con osadía a los pesares impuestos por los perversos que nos gobiernan. Es la necesidad imperiosa de librarnos del imperio y los traidores ejecutores locales.
Es la urgencia que golpea con desnutrición a los indefensos necesitados de tantos alimentos vedados por el cobarde mayor de este sucio “juego del hambre”, que solo pudo imponerse con mentiras a una sociedad que conoció de tiempos de valentías inmensas, que fue capaz de rebeldías olvidadas hace ya demasiado en el fondo del cajón de los buenos recuerdos. Es hora de sacarlos de allí, de acabar con el seguidismo a los gallináceos que pretenden (mal) representarnos, para renovar el coraje popular y reconstruir la Patria con el ingrediente insoslayable de la receta libertaria: los huevos.

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