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miércoles, 20 de febrero de 2019

EL REINO DEL REVES ATACA DE NUEVO

Imagen de "Telesurtv.net"
Por Roberto Marra
Si María Elena Walsh viviese, tendría cada vez más letra para su famosa canción “El reino del revés”. Día tras día se superan los actores principales del dramático escenario mundial, y también del local. Empeñados en demostrar sus bestiales condiciones, compiten para ver cual maldad resulta peor incentivo para la degradación humana, se ensañan con los empobrecidos habitantes del Planeta y de cada uno de sus países, avanzan en la disminución de los derechos que alguna vez se soñaron universales y, lo más perverso, logran que las propias víctimas ejerzan el repugnante rol de hacer el trabajo sucio que aquellos imaginan para construir su idealizado mundo de riquezas ilimitadas.
La marginación de los pobres de toda pobreza, se ha constituído en objetivo primordial para la “tropa” embrutecida del medio pelo virreinal, encargada de aplastar la ilusión de ser “casi” humanos de esa amplia mayoría de hambreados y ninguneados por los sistemas económicos que el imperio impulsa a aplicar a los gobiernos adictos a sus prebendas de ridículos poderes pasajeros, cuyos “liderazgos” son tan efímeros como las necesidades crecientes de los amos que los elevan a tal condición.
Todos esos traicioneros virreyes resultan ser “gatos que no hacen miau y dicen yes porque estudian mucho inglés”, al decir de la canción de la poetisa en cuestión. Marionetas por decisión propia, se autosatisfacen con la enajenación de cada una de las naciones de Nuestra América que cae bajo las garras del imperio. Para lograrlo, cuentan con el respaldo de tener “un ladrón de vigilante y otro de juez”, y con falsos economistas que nos cuentan “que dos y dos, son tres”.
Cuando los pueblos se atreven a generar sus propios gobiernos, cuando la libertad deja de ser solo una palabra manoseada por los falsos profetas del odio antipopular, cuando la soberanía pasa a comprenderse por las mayorías como el elemento básico para el desarrollo y la justicia social, entonces la locura se desata desde el mandamás de turno de la Casa Blanca. Aparecerán ahora las amenazas directas, los bloqueos económicos, la demostración de fuerza militar, el robo de los fondos depositados (incomprensiblemente) en sus bancos y otras “bellas” manifestaciones similares.
Contarán con la previa colaboración, inestimable, de los cipayos locales, a cuyo frente siempre se encuentran los medios de comunicación. Brutos varios con verborragia delirante, harán las veces de comunicadores de la verdad imperial, sagrada y terminante, que se repetirá con la regularidad que exige la cooptación de las conciencias debilitadas durante años de acumulación de mentiras. Engreídos personajes de malas prosas serán los escribas del Poder, infantería mediática imprescindible para doblar la voluntad de los más débiles. Superficiales conductores de ignorancias acumuladas, sumados a algunos artistuelos apátridas, serán protagonistas de ridículas puestas en escena de aberraciones convertidas en subyugantes relatos de fantasías “democráticas”, en realidad, tramposas maneras de retornar a la dominación de la que con tanto esfuerzo se había podido desprender.
Allí están ahora, en la frontera entre Colombia y Venezuela, convertida en caldero cuyo fuego atiza el imperio y sus lacayos. Monstruos disfrazados de corderos ofician de salvadores de la “libertad”. Armas y tropas camufladas de “ayuda humanitaria” se introducen con el beneplácito de los “gobiernos amigos” que rodean la Patria de Bolívar. Discursos delirantes de un payaso de jopo despeinado merecen el aplauso y los grititos de placer de los asqueantes vividores de Miami.
El olor a muerte comienza a sentirse, nuevamente, en nuestro Continente. Las oligarquías se resfriegan las manos al ver la proximidad de renovar sus sueños del privilegio intocable. Los miserables traidores elucubran sus propias ilusiones de pequeños poderes, mientras los desclasados solo observan, creídos de una lejanía mentirosa, asustados del Pueblo al que no quieren pertenecer, esperanzados en ser parte de quienes jamás les dejarán arrimarse.
Solo nos queda la fe en esa maravillosa utopía trazada por Chávez, en ese Pueblo grandioso enrojecido de banderas y gritos de Patria Grande, en esas calles repletas de nobles ilusiones de hombres y mujeres de pasiones sinceras, capaces de enfrentar tantas amenazas con la fuerza de la razón histórica y el empuje de millones de soñadores de otros lares, con la certeza de tener el tiempo cabalgando a nuestro lado, gritando la verdad que nos quitaron, amaneciendo la eterna esperanza libertaria.

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