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lunes, 14 de enero de 2019

LAS AGUAS SUBEN TURBIAS

Imagen de "Elonce.com"
Por Roberto Marra
El norte santafesino ha vuelto a inundarse. Como tantas otras veces, se repiten las escenas de esos mares interiores que arrasan la producción agrícola y matan a tantos animales, aniquilando el trabajo de muchos años de los productores de la región. Los evacuados son un emergente de ese drama económico y social que, en general, solo es tratado con el consabido y lacrimógeno sistema que el periodismo suele otorgarle, especie de teatralización de pesares que no comprenden demasiado, pero que permite soslayar el tratamiento de las causas que provocan semejantes catástrofes humanas.
Es que esas causas están profundamene enlazadas con las políticas públicas (o la falta de ellas) y los intereses de los más poderosos terratenientes, además del complejo agro-exportador, que tienen un solo objetivo, que no es otro que maximizar las ganancias sin considerar los “daños colaterales” que provocan con los sistemas agrarios que hace muchos años se vienen aplicando, con la anuencia y la complicidad de los gobernantes de turno, más preocupados en conservar sus miserables cargos que en promover alternativas capaces de darle sostenibilidad a la producción y protección al ambiente natural.
El reinado de la soja no parece tener horizontes de cambios cercanos, en tanto asegure las millonarias ventajas a los angurrientos poderosos, mientras se postergan al infinito las modificaciones a estos sistemas extrativistas de las aguas e impermeabilizadores de los suelos, robándose el futuro de nuestras tierras y la salud de sus habitantes, atravesados por fumigaciones venenosas y semillas transgénicas que se venden como la única opción para producir alimentos.
Científicos de verdad y otros que no lo son tanto, discursean a favor de semejantes prácticas odiosas, cooptados por la maquinaria infame de las empresas productoras de semillas y agrotóxicos más poderosas del Planeta. Las facultades de agronomía padecen el mismo cáncer intrusivo de las transnacionales del agro, alimentando la maquinaria asesina de la tierra al costo miserable de becas y edificios pagadores de los favores que sus profesionales deberán devolver con mentiras cómplices del lento genocidio ambiental que se promueve con tanta eficacia en el Mundo.
Mientras se suceden los casos de muertes de habitantes de las zonas rurales derivados del uso indiscriminado y exponencialmente aumentado cada año de agroquímicos, los elegidos por el voto popular para preservar la vida y los bienes de todos los habitantes, hacen la “vista gorda”, aceptan con mansedumbre y resignación lo inacabable de lo que los poderosos les indican y generan falsas “investigaciones” que siempre dan resultados favorables a sus asquerosos fines, que son los que el Poder les ordena sostener.
No faltarán las visitas a los lugares de miembros de los gobiernos, que se mostrarán con caras de preocupados y gestos de intentar soluciones, que no serán otra cosa que terraplenes cada vez más elevados y colchones a los menos afortunados de las zonas recorridas. Serán solo puestas en escena que simplemente pretenderán mostrar lo que no tienen: imaginación y voluntad para dar vuelta esta “tortilla” del desatino productivo.
La naturaleza, lo sabemos, no es dominable. No en los términos que impidan sus devastaciones periódicas, azuzadas aún más por el empeño de los dueños del Mundo en alimentar la atmósfera con venenos y promover cambios de improbables retrocesos en el futuro. La ambición de los poderosos propietarios de las mayorías de las tierras en la Provincia (y en el País), no disminuirá. Además, la ridícula pretensión de oligarcas de medio pelo de muchos productores que pierden todo en cada catástrofe natural, hace difícil el cambio de correlación de fuerzas para reconvertir los sistemas agrarios nefastos de la actualidad.
¿Quién, entonces, le pondrá el “cascabel al gato”? ¿Quién será capaz de remover tanta injusticia ambiental, tanta inundación cotidiana tapada con falsedades meteorológicas de sus cómplices mediáticos, tanto desastre anticipado por los auténticos científicos, aquellos que a los que agreden con vehemencia los supuestos sabiondos de oficinas universitarias pagadas por el enemigo de la tierra?
Solo la decisión del Pueblo consciente y organizado, decidido a ser constructor y protagonista de su propio destino, que obligue a sus líderes a promover otra cultura productiva, que elimine la dependencia de la producción agraria de las decisiones imperiales, que arrase con la voluntad de eternización oligárquica de los terratenientes y genere las condiciones para convertir al campo en el vergel habitado que la Patria necesita, para asegurar la vida del presente y del futuro, acto solidario elemental de quienes pretendemos llamarnos humanos.

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