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martes, 15 de enero de 2019

EN BUSCA DE LA SOLIDARIDAD PERDIDA

Imagen de "brujula.com.gt"
Por Roberto Marra
Uno de los más trágicos resultados de los gobiernos conservadores y oligárquicos es la exaltación del egoísmo y el abandono de la solidaridad como paradigma social básico. Atravesados por el bombardeo de mensajes mediáticos que promueven el “sálvese quien pueda”, millones de obnubilados por sus propias preocupaciones y desgracias, olvidan al sustrato social en el que sobreviven, martirizados por los empujones de los poderosos hacia un abismo que acercan y profundizan con sus medidas coherentes con sus perversas intenciones dominantes, al tiempo que relatan porvenires de derrames de placeres que, paradójicamente, se alejan cada vez más.
La costumbre de ver realidades dolorosas, parece haber inyectado una “vacuna” contra los sentimientos fraternos, transformando en hábito la ceguera de lo evidente y la práctica del desprecio al diferente. El odio transformado en vicio desgarrador de conciencias ha triunfado, a caballo de engreimientos clasistas sin respaldo real, alejando soluciones que estarían al alcance de la mano de una sociedad integrada y unitaria.
La rutina mediática ha comprimido los cerebros al punto de hacerlos impenetrables al dolor diario del abandono callejero, donde decenas de pibes duermen en cajas de cartón, como perritos sin dueños, pateados por transeuntes enojados con la molesta presencia de sus cuerpitos desnutridos, muestra pasmosa de sus culpas inapelables. Los últimos resabios de humanismo que puedan quedar en sus incapaces mentalidades, hacen que, cada tanto (y llamado mediático de por medio), arrojen algunas migajas a los despojos humanoides que tanto les importuna en su loca carrera por sobrevivir a costa de la muerte cotidiana de sus congéneres.
Con el estilo repugnante copiado a los poderosos de verdad, atraviesan la vida con desesperación egoísta, olvidando cada letra de lo que alguna vez formó parte de sus imaginarios éticos, haciendo añicos los preceptos de religiones que se mienten sostener, enarbolando banderas de inmoralidades impuestas por sus patrones ideológicos, aniquilando a enemigos inventados para mantener un status quo de evidentes resultados negativos para la mayoría de la población y, a poco de andar, para ellos también.
Los cada vez más frecuentes ataques a sus bolsillos por los aumentos de precios, no logran despertar más que muecas de enojos que, invariablemte, irán en sentido contrario a los responsables de verdad, cayendo, por enésima vez, sobre el desvencijado pobrerío, receptáculo final de todas sus rabietas y principio de cada una de sus obsesiones vengativas contra lo que nunca sucedió. Refregándose las manos, los auténticos poderosos, en su afán por la dominación absoluta de la sociedad, empujan con mayor obstinación a estos degradados “mediopelos” contra los eternos “nadies”, para impedir hasta la más pequeña rebelión de los que nada tienen (y parece que nunca tendrán).
Esa desesperación por elevar al infinito sus ya demasiado obscenas fortunas permite que, de vez en cuando, un hilo de esperanzas populares se cuele por las hendijas que van dejando en sus muros del desprecio programado, dando lugar a esos períodos donde los sueños justicieros tienen correlato con las acciones de algunos líderes de sabidurías heredadas de historias populares donde triunfó, alguna vez, la solidaridad.
Por allí se deberá buscar, seguramente, el hilo conductor hacia las viejas y nobles utopías arrojadas al costado de un camino que no se pudo terminar de transitar, por acciones y omisiones, por mentiras y sanciones indebidas a quienes tanto supieron hacer por construir los eternos ideales de justicia. Pero esta vez, sin renuncios ni traiciones consentidas, sin perdones y sin olvidos, sin fracasos permitidos en nombre de democracias falsificadas, para terminar de una vez y para siempre con el poder de la sucia y cobarde oligarquía, fuente de todas las desgracias, lúmen de todos los angustias y razón fundacional del egoísmo reinante.

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