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miércoles, 30 de enero de 2019

LA IZQUIERDA AL REVÉS

Imagen de "Clarín"
Por Roberto Marra
La interpretación de la historia está siempre atravesada por las convicciones ideológicas que se sustenten. Las elaboraciones de teorías y prácticas políticas resultantes de esas interpretaciones, suelen producir posicionamientos frente a la realidad que no se desprenden de análisis tamizados por la observancia de los hechos reales y sus contextos, sino de la aplicación dogmática de paradigmas derivados de la reducción a la letra extricta de la teoría en cuestión.
Por allí parecen transitar algunos grupos políticos que se autoproclaman de “izquierda”, al enfrentarse con la necesidad de manifestar sus posicionamientos ante procesos como los sucedidos en los últimos años, con la aparición de movimientos y gobiernos que produjeron un cimbronazo en la vida de los pueblos de Nuestra América.
Observando de reojo el “manual” que parece ser el único sustento de sus opiniones, aparecerán siempre con duras críticas a los líderes surgidos de esos acontecimientos transformadores, categorizándolos de “reformistas”, negando sus autenticidades, reclamándoles acciones “verdaderamente revolucionarias”, según lo ordenado por el “breviario” que los obnubila y paraliza en la historia.
Oponiéndose pertinazmente a todos los líderes populares aparecidos desde los inicios del presente siglo, han creado una especie de creída posición superadora que termina, como no podría ser de otra manera, con más agua en el molino del Poder, colaborando con su soberbia en la multiplicación de las trabas al avance positivo de esas transformaciones en marcha.
Venezuela se presenta como uno de los más especiales casos sobre los cuales se habrán de poner en práctica sus elucubraciones simplistas de “revolucionarios” de mesas de cafés y aulas universitarias. Se opusieron a Chávez, con críticas feroces a sus formas y acciones. Se oponen a Maduro, calcando las opiniones miserables de los que pretenden desconocer su representatividad. Disfrazan sus opiniones con manifestaciones de extraños dobles propósitos, tratando de no estar “ni con Dios ni con el diablo”, lo cual los conduce, inevitablemente, a acompañar al Lucifer de turno del imperio, aún cuando digan lo contrario en sus consignas.
Antes hicieron algo similar con la Revolución Cubana y Fidel, estigmatizando tanto o peor a semejante estadista mundial, categorizándolo de manera soez, criticando sin considerar circunstancias y variedades derivadas de lo naciente, olvidando que las sociedades no son producto de elaboraciones teóricas, sino de largos caminos de desarrollos complejos e influencias ajenas no siempre salvables con recurrir a algún famoso “manual”.
Sucedió y sucede en Argentina con Néstor y Cristina Kirchner, en la Bolivia de Evo Morales, en el Ecuador de Rafael Correa, en el Brasil de Lula. Siempre estarán “en contra de”. Siempre con el “No” a flor de labios, como inicio de cada oración, como base de sus consignas y programas, si es que poseen tal cosa, reduciendo la complejidad de los movimientos políticos y sociales a permanentes “oposiciones”.
Son habituales sus presencias en algunos medios, que los invitan para mostrar amplitudes de criterios que éstos no poseen, pero que les son útiles a la hora de machacar contra sus verdaderos enemigos. Colaboran con estos patanes comunicacionales haciendo uso de su verborragia contra su paradigmático peronismo, tratando de reducir la historia de ese movimiento nacional y popular a retorcidas patrañas coincidentes con las mugrosas opiniones de la oligarquía y sus lacayos mediáticos.
Sin ambiciones reales de poder, sin más intenciones que ser “minorías intensas”, voceros de quienes se piensan revolucionarios por nombrar a Marx, Lenin, Trosky o Mao, sin haber entendido un ápice de sus revelaciones y legados, intentar caminar por un extraño camino de imposibles destinos reales, torciendo la historia hasta dejar a la supuesta “izquierda”, justo al lado del enemigo del Pueblo.

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