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martes, 29 de enero de 2019

EL NECESARIO FIN DE LA TIBIEZA

Por Roberto Marra
La moderación es tratada siempre como una virtud. Sobre todo, por quienes necesitan que las lógicas rebeldías que nacen frente a las injusticias cotidianas, no se transformen en razones para poner fin a sus poderes auto-otorgados. La tibieza es la actitud que prefieren de las masas de oprimidos. La indiferencia es elevada a la categoría de buen criterio, deformando la lógica expresión que debe esperarse de los hombres y mujeres vapuleados por la intransigencia de los poderosos ante sus necesidades nunca satisfechas.
En política, la moderación también es mostrada como prueba de la predisposición a aceptar las reglas de juego que el Poder instala como invariables. Se pondera positivamente las posturas de tenues críticas, suaves oposiciones sin demasiadas intenciones de cambiar la realidad, dócil manera de modificar la superficie para dejar intacta la estructura de supremacías pretendidamente eternas.
Por ese camino de sujeción a las reglas opresivas transitan algunos creídos líderes de escasa representatividad real, pero exagerada exposición mediática, lo que los hace visibles la mayor parte del tiempo en entrevistas, paneles de opiniones y esas fraudulentas caminatas por los barrios, que se atreven a realizar cuando están seguros de las reacciones preparadas de ex-profeso por su camarilla de adulones.
Por allí andan también aquellos que, aún siendo leales a sus ideas y la historia que las sostiene, adoptan esta particular forma de actuar frente al Pueblo, convencidos que éste no les aceptará actitudes de firmeza contestataria, de audaz reacción a “lo establecido”. Leyendo la realidad a través de encuestas fabricadas también por el mismo Poder, se adaptan a las formas preferidas por el enemigo, suavizando sus pronunciamientos y postergando el desacato que las oprobiosas situaciones que se sufren les debieran promover.
Solo algunos y algunas se atreven a ir más allá. Pocos y pocas pronuncian las palabras justas, desafiantes, valientes, esas que despierten algo más que solo algunas dudas sobre el enemigo. Son quienes se arriesgan a argumentar lanzando utopías a los desesperanzados, relatando el futuro con certezas derivadas de sueños que alguna vez estuvieron a punto de cumplirse, pero que fueron talados por personajes de escaso vuelo imaginativo y deslealtad manifiesta, que se atravesaron por el camino popular con el canto de sirenas de la “moderación necesaria”.
El embuste de los “moderados” ha sido comprobado aquí y más allá. “Ni chicha ni limonada” dice una popular expresión. Y no siendo ni una cosa ni la otra, se termina revelando como... nada. Así culminarán siempre esas experiencias fabricadas por los propios enemigos de los pueblos para entretenerlos y desviarlos de sus verdaderos objetivos. Mientras tanto, ellos continuarán con la perversa tarea de degradar la sociedad hasta límites obscenos, aniquilar sus esperanzas y asegurarse la continuidad de sus dominios.
El cuento de la “moderación” debe ser desterrado para siempre del ideario popular, si el deseo es construir una sociedad justa y una Patria soberana. Porque no habrá piedad de los poderosos ante la tibieza frente al yugo, ni perdón para con los mismos tibios que, antes que puedan entenderlo, caerán también bajo sus garras, haciendo añicos sus pequeños “sueñitos” de poderes imposibles.
En la osadía de enfrentar a los dueños de todo con casi nada, está la ruta hacia lo que la buena gente del Pueblo se merece. En la valentía de soñar lo imposible como realizable, está la salida a tanto deshonor, tanta miseria, tanta muerte sin sentido, tanta hambre inmerecida. Y en la decisión de tomar el destino en sus propias manos, se encuentra la llave para abrir la puerta de un tiempo donde la tibieza sea solo la del sol que ilumine los justos y rebeldes anhelos, hechos verdad.

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