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viernes, 12 de octubre de 2018

MIL VECES MILAGRO

Imagen de "Crónica"
Por Roberto Marra
Los números “redondos” son especialmente atractivos para los tiempos transcurridos. Resultan como hitos que nos marcan etapas, marcas que parecen metas inalcanzables convertidas en realidad, señales para recomenzar la vida con nuevos objetivos. Claro que no siempre esos números nos muestran buenos tiempos. Los males pasados nos previenen de futuros que pudieran ser todavía peores, si no se redimen los injustos estigmas soportados por las personas que molestan al Poder. Ese es el ejemplo de Milagro Sala.
Milagro cumplió mil días en la cárcel. Veinticuatro mil horas denigrantes. Casi tres años de injusticia acumulada. Horas y horas tras unas rejas que marcan la distancia entre el agravio y el honor, entre la perversión del carcelero Morales y la voluntad intacta de una mujer que no claudica, ni siquiera ante la tortura diaria y el ultraje de su dignidad.
Mil malditos días alejada de su gente, odiada por los imbéciles desclasados y los pobres oligarcas de papel glacé, ridículos seguidores de gobiernos indignos, soberbios representantes de una sociedad sometida al arbitrio de un pequeñísimo hombre, casi un gusano entre gusanos de su misma laya, que amaga un aparente desvío para continuar por el carril de la indecencia y el oprobio, construyendo un destino miserable para el pueblo jujeño.
Mil soles perdidos, mil lunas apagadas, mil despertares amarrada a un espacio irreverente con su condición humana. Muchos más miles de palabras ofensivas, de burlas de oficiales de la injusticia armada, otros tantos golpes y amenazas cobardes de pusilánimes con uniforme. Miles de horas sin abrigo ni abrazos, de comidas sin sustento, de observaciónes soberbias de jueces y fiscales sin nobleza ni decoro.
Miles de miradas sombrías, miles de silencios sin respuestas, horas y horas perdidas detrás de una ventana hacia la nada, tratando de asesinar su voluntad, aplacar su valentía, arrodillarla ante el amo blanco que no le perdona su altivez indígena. Decenas de operativos de traslados sin sentido, de idas y vueltas sin regreso, de gestiones burocráticas vanas, de declaraciones a oidos sordos, con testigos falsos y falsas revelaciones, alimentadas por prebendas a la vista de todos, que nadie ve.
Pero miles son también las razones de su orgullo nunca abatido. Miles fueron las viviendas que su voluntad levantaron. Decenas de miles los habitantes que salieron de las sucias cobachas a las que los poderosos les predestinan desde que nacen. Miles y miles de espíritus renovados, insuflados de derechos que nunca conocieron, constructores de sus propios destinos, empoderados de sus dignidades apaleadas por quinientos años.
Mucho más que mil es la suma de su perseverancia. Mil veces maldecida, mil veces levantada. Porque miles de brazos aprendieron a hacer mucho más que obedecer a sus antiguos capataces. Miles también salieron de la cueva de sus ignorancias, adelantaron el reloj de sus sabidurías, consumieron las letras que les faltaban y emergieron de la esclavitud asignada por sus verdugos.
No sabe aún cuando dejará de ser perseguida. No conoce la fecha de su vuelta a la vida en libertad. Pero planifica ya una nueva esperanza. Prepara ahora su regreso a la batalla por la justicia, la que le importa, la social. Explica desde atrás de las rejas los caminos liberadores de sus compañeros postergados. Elabora con paciencia milenaria la vuelta a la construcción del mundo nuevo que no dejó de soñar cada noche de los mil días de cautiverio.
Milagro tiene el nombre que se merece. Es el correlato de su existencia. Es la marca registrada del honor y la verdad, del valor de la palabra y el empeño, del respeto a la vida solidaria. Y es, por sobre todo, la guía espiritual de una revolución bicentenaria que acabará, algún día, en el triunfo de su raza de valientes.

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