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lunes, 15 de octubre de 2018

DE AUTOCRÍTICAS Y SOBERBIAS

Imagen de "Protestante digital"
Por Roberto Marra
Se escuchó toda la vida eso de que los argentinos somos los mejor preparados del continente, que tenemos un altísimo nivel educacional, que proveemos de mano de obra muy calificada al mundo, y otras frases por el estilo. De ese paradigma que atraviesa todas las ideologías, se aferran también los enemigos del desarrollo que semejante aseveración pudiera implicar. Agarrados de las alas de nuestra nave repleta de ese egocentrismo con ciertos visos de realidad, los acaparadores de fortunas tiran para abajo con la fuerza de su casi omnímodo poder, impidiendo desde hace dos centenarios que levantemos del todo el vuelo soberano.
Así llegamos a este extraño momento de nuestra historia, donde el Pueblo convertido en “gente” aplaude con pasión imbécil a sus verdugos. Corralitos y corralones, persianas bajas y chimeneas sin humo, ejércitos de miserables consumiendo desechos, no son suficientes razones para entender la realidad y sus causas.
¿Dónde quedó, entonces, toda esa supuesta superioridad intelectual que vanagloria a tanta “gente” que, atravesada de incomprensiones imposibles y sometimientos vergonzosos, atropella la razón con definiciones inferiores a las capacidades de un niño de jardín de infantes? ¿Qué extraños sucesos hacen posible tanta idiotez generalizada, tanto desprecio deshumanizante, tanto olvido degradante? ¿Cuál es la causa de semejantes niveles de odios y tantas retorcidas elucubraciones negadoras de lo vivido?
Hay algunos pensadores que nos advierten de la falta de autocrítica de quienes conducían los destinos de la Nación antes de la (mayoritariamente) consentida invasión oligárquica que nos apabulla por estos días. Con razón, elaboran teorías que demuestran responsabilidades objetivas de aquellos conductores del pasado reciente, para la pérdida del hilo histórico que asegurara la continuidad del proceso virtuoso que se estaba desarrollando.
Sin embargo, todo parece demasiado simple, cuando sabemos que no lo es. Con lo cierto de la acumulación de errores que pudiera haber cometido la gestión del gobierno nacional y popular, no alcanza para explicar tanta incomprensión de parte de los “arrogantes intelectuales de América”, raza de sabiondos que parecen entenderlo todo y adelantarse a su tiempo, especie que, a la luz de la actualidad política, económica y social, ha degradado hasta los más elementales límites de la estupidización masiva.
Parafernalia mediática del Poder Real, educación de tendencia elitista, acumulación de indignos desprecios clasistas, son la base de la inmoralidad subyacente en una sociedad que no termina de acomodarse a una identidad racional y propia, que la sustente en la construcción de una Nación que se dejan robar todos los días en nombre de lo que no tienen pero envidian de sus “amos económicos”.
Desfilan elefantes por las avenidas, pero no los vemos. Avanzan tanques de guerra del imperio por las rutas, pero no los registramos. Llueven toneladas de deudas impagables, pero nos tapamos con los paraguas de las mentiras de patanes informantes del Poder mediático. Nos aseguramos de encontrar culpas ajenas, evitando el espejo que retrata nuestras miserias obsecuentes de los poderosos. Intentamos degradar a quienes tienen miradas diferentes sobre los destinos que nos esperan, para no ver la evidencia de las verdades de a puño que nos advierten.
Sometidos, deshilachados de esperanzas, retardados en la memoria, amnésicos de lo vivido hace casi nada, transitamos escondidos entre los escombros de lo que pudiera haber sido, si no caíamos en una trampa tan obvia como la luz del sol. Maldecimos a los actuales hacedores de las desgracias masivas, pero nos aseguramos de incluir también a quienes solo cometieron errores en el camino hacia una Patria tantas veces demolida.
Todos son lo mismo, repiten los embrutecidos habitantes de lo que queda de aquello que podría haber sido una República. Saben que se mienten a sí mismos, pero aprendieron a gozar con sus sufrimientos. Se embaucan solos, los “sabiondos” integrantes de la “gente”, miserable condición de mal nacidos, refractarios de verdades construídas con sangre y sudores de otras generaciones que sí supieron entender su propia historia y defender con hidalguía su futuro.
Acabarán tantas desgracias solo cuando, además de las necesarias autocríticas de los líderes honestos, emerjan las convicciones escondidas en algún rincón de los corazones olvidados de un Pueblo que supo en otros tiempos construir con dignidad su propio destino, con la justicia social como bandera.

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