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jueves, 23 de agosto de 2018

LA UNIDAD QUE (TODAVÍA) NO ES

Imagen de "elperiodico.com"
Por Roberto Marra
Entender la realidad económica es una tarea difícil, sobre todo cuando se pretende desentrañar las razones que la sustentan. Eso, que en cualquier lugar del Mundo resulta complicado, en esta Argentina de hoy lo es más todavía, por las especiales características de quienes están ¿al comando? de las acciones (e inacciones) de esto que se pretendió como el “cambio hacia la felicidad” (la de ellos). Pero todo esto no puede resultar sorpresivo para nadie, salvo para los que solo observan la vida a través de una pantalla guionada por sus propios enemigos.
Y en esta realidad tan compleja, también se verifican actitudes del mismo tenor en otros actores sociales fundamentales, como son los trabajadores y sus organizaciones sindicales. Este sector poblacional resulta el más perjudicado por la aplicación del plan de destrucción nacional organizado por el “mejor equipo”, su director y sus aliados estratégicos. Son los trabajadores quienes están recibiendo sobre sus cabezas (literalmente) el peso del “ajuste” fondomonetarista, que sienten en los bolsillos y en sus cuerpos apaleados por las “fuerzas de inseguridad” que comanda la beoda ministra encargada de las tareas sucias de la represión.
Ante las suspensiones o despidos masivos y los cierres de fábricas y comercios, la reacción de lucha no se hace esperar. Decenas de obreros y empleados hacen sus manifestaciones de protesta, se reúnen incluso multitudes de involucrados en ese mismo gremio pero, sin embargo, carece de algo más que la haga prosperar positivamente para los demandantes. Ese faltante fundamental es la transversalidad de las acciones unitarias, es la comprensión de la interrelación que existe entre todos los agredidos por el sistema imperante, es el entendimiento de que las acciones sectoriales solo pueden acarrear pequeñas victorias sin destino de éxito final.
La disgregación de las luchas no es casual ni cayó del cielo. También allí actuó el enemigo, proveyendo de falsas razones para las divisiones gremiales y, lo que resulta peor todavía, para los desencuentros entre los trabajadores por pretender ser partícipes de clases sociales a las que nunca les dejarán acceder.
Recelos infundados, turbiedades fabricadas exprofeso para enfrentar a quienes nunca podrían estarlo, fueron logrando separaciones ridículas desde lo conceptual, pero reales y concretas desde la ilógica de la sinrazón a la que fueron conducidos por la acción esmerilante de sus pretendidos “dirigentes”, las más de las veces simples adláteres de los poderosos, que los mantienen como diques de contención de las rebeldías lógicas frente a las injustas condiciones de vida a las que se acarrean a sus dirigidos.
Aún cuando ahora se está conformando una unidad entre muchos de ellos, sigue cada uno ejerciendo sus luchas por separado, como si solo podría enfrentarse a tan enorme ejercicio maléfico del Poder con marchas masivas pero sectoriales. Empleados estatales un día, docentes primarios y secundarios otro día, universitarios el tercero, obreros de una metalúrgica por otro lugar, despedidos de una textil por su cuenta, trabajadores de la ciencia frente a sus laboratorios vaciados, y así de seguido hasta sumar miles y miles de reclamos que se saben idénticos pero no se conectan entre sí.
La convergencia unitaria de las luchas populares ya no puede ser solo una idea, supuestamente “romántica”, de algunos soñadores de utopías a las que siempre se tildan de irrealizables. Es la imprescindible órden que nos está dando el futuro, si es que deseamos que llegue. Es la demanda de una historia que supo de su existencia y sus victorias. Es la evidencia de los fracasos anunciados y festejados por los hacedores de las desgracias populares, que brindan felices por la facilidad con la que nos dominan con tan poco esfuerzo.
La conquista de la verdadera libertad está ahí, a un paso de nuestras decisiones. El triunfo necesario para saldar la impotencia de la miseria y el abandono, solo requiere de una decisión sencilla, pero compleja. Paradoja de un veneno que inyectó el enemigo para perpetuarse en el poder que nos arrebataron con mentiras y supuestos, vergüenza que solo podrá redimirse con el arma más temida por los infames ladrones de nuestras vidas: la unidad.

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