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viernes, 15 de junio de 2018

LA CORRUPCIÓN ¿ETERNA?

Imagen de "El Diario 24"
Por Roberto Marra

La base del “éxito” electoral del conglomerado de ineptos neoliberales que nos gobierna, está en una palabra: “corrupción”. Ese es el filtro que impusieron para generar, a través de verdades sin sustento, los odios irracionales que sobrepasan las demostraciones de sus falsedades. Es redundante mencionar las herramientas de las que se valieron, aunque nunca está de más: poder económico, medios hegemónicos afines y justicia amañada.
Sin embargo, nada de eso hubiera tenido el resultado que se gestó, sin una población proclive a aceptar semejantes patrañas como absolutas verdades, gracias a la constitución de una idiosincrasia formada en décadas de acción saqueadora de las conciencias, abandonadas para subirse al tren de la ignorancia placentera y la justificación de las propias ineptitudes.
Junto a esa colectiva pasión por el desprecio al raciocinio para posicionarse ante la realidad, están los infieles manipuladores de ideologías de las que solo reconocen una cáscara de frases superficiales, adaptadas a las circunstancias que las coyunturas históricas les presenten. Son esos camaleones de la política que saben ubicarse siempre bajo el ala protectora del Poder, para seguir subsistiendo en la consideración popular y minar desde dentro a sus organizaciones.
Sus actos depredadores se adecúan con discursos contra... la “corrupción”, claro. He ahí el hilo conductor de todo “buen alumno” de los dueños de la verdad revelada por el dios mercado. Como todo converso, exageran sus posturas para posicionarse más arriba en la escalera a las alturas del Poder, dándonos lecciones de moral y buenas costumbres políticas y aleccionando a la población a alejarse de los molestos dirigentes que pudieran abrir sus cabezas para entender el engaño eterno del que forman parte.
Ahora, cuando la pendiente por donde se desliza el actual gobierno se está empinando irremediablemente hacia el abismo anunciado por los más lúcidos desde antes que asumieran, se autoerigen como los únicos posibles “salvadores de la Patria”, como el reaseguro para no volver a caer en manos de los populistas de la “corrupción” tan denunciada.
No se trata siempre de tontos o inexpertos. Hay, entre ellos, inteligentes cuadros que pudieran ser capaces de asumir la conducción de un Estado con alguna solvencia. Solo que están atravesados por el miserable sinsentido de la negación de las virtudes del gobierno anterior, de quienes solo se mencionan los “errores” cometidos y se desprecian las condicionalidades en las que debió ejercerse el poder político entonces.
La presencia de corruptos en las filas del gobierno anterior (como en la de cualquier gobierno), no implica hablar de corrupción como método. Es la condición humana la que lleva en sí la posibilidad de gangrenar la moral que fuera sustento y principio, por imperio de los corruptores del Poder corporativo que nunca se van, que jamás dejan de ejercer sus tremendas influencias, que cooptan voluntades aquí y allá para asegurar sus intereses por siempre, y a los que nunca se señalan como los productores de la corrupción real y permanente que tanto beneficio les lleva.
Otra de las condiciones de los camaleones políticos es mostrarse como “responsables”, palabra que indica la pertenencia a un grupo aceptado por el estáblishment como de los “opositores válidos”, nunca confrontativos con la estructura financiera y económica a la que, en todo caso, solo atacan en sus discursos vacíos frente a los votantes, para desdecirse rápidamente en esas pantagruélicas cenas de grandes industriales, sociedades rurales y otras yerbas similares.
Los “irresponsables”, los que piensan otro País, los soñadores de sociedades justas, de la felicidad del trabajo, de lo imprescindible de la educación, de la salud asegurada por el Estado y de futuros de utopías cumplidas de soberanía e independencia; esos serán vapuleados por propios y extraños, alejados de la consideración popular y eliminados de la historia oficial a fuerza de mentiras y tapas de diarios.
Los “responsables” podrán, tal vez, asumir la conducción de lo que fuera (antes) una ilusión casi al alcance de la mano. Para cumplir con su misión real, el Pueblo deberá ser convertido en una inmensa masa de eternos oprimidos sin derecho a soñar. Los “corruptos” que no lo eran deberán pagar por los que sí lo son. Pero la corrupción, la verdadera, la que lleva 200 años en nuestra historia de idas y venidas, continuará allí, incólume, acechante, perversa. Tal y como la necesitan para matar los sueños populares.

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