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lunes, 18 de junio de 2018

LA LIBERTAD URGENTE

Imagen de "lostiempos.com"
Por Roberto Marra

Ningún preso puede dejar de pensar, alguna vez (o siempre), en escapar de su prisión. La libertad es el sueño que sostiene a quienes no la tienen. La difererencia está entre quienes se animan a intentarlo de cualquier forma y los que prefieren esperar a que las paredes se rompan solas.
En esa disyuntiva estamos en nuestro País, convertido en una enorme cárcel económica, conducida por un “alcalde” cruel y despectivo, además de inepto. A su lado, un conjunto de símiles gerentes, ha creado un andamiaje perverso de apoderamiento de los bienes de los “presos” mediante maniobras que, a pesar de ser tan repetidas en la historia, no parecen haber sido consideradas en su justa medida por las víctimas a la hora de haber aplaudido la llegada de este esperpento “penitenciario”.
No está solo este “notable” equipo de “celadores” financieros. Su alter ego mundial ha llegado para darle la mano que necesitaba para sostenerse un poco más en el tiempo, hasta la fecha prevista en que debe entregar la “posta” a los próximos encargados de administrar lo que ellos ni tienen idea. Tal como si fuera el padre planetario de la economía carcelera, envía a sus funcionarios para dictar las medidas que reaseguren el mantenimiento de las rejas y los cerrojos que sostienen sus bestiales beneficios alejados de quienes, en realidad, los generan.
Mientras tanto, dentro de las oprimentes celdas sociales, se amontonan las penurias de los condenados sin juicio previo, espantados de tantos miserables al comando de sus vidas servidas en bandeja a cambio de espejitos que se rompieron hace rato, promoviendo la “mala suerte” de tantos años de desgracias previsibles.
Pero hay murmullos, hay debates cada vez más intensos dentro de las mazmorras de la pobreza. Se arrepienten los odiadores de quienes antes les abrieron las cárceles para intentar otra vida, más justa y previsible, aplastada por la ignorancia fabricada exprofeso por los parlantes de los carceleros actuales. Se reagrupan ahora con los compañeros de celdas que les previnieron el desastre al que les conducía la aceptación del “alcalde” del cambio y las “buenas ondas”.
Oprimidos hasta lo indecible, la libertad vuelve a ser tema central. Escapar de la bestia arrasadora de vidas y bienes se hace perentorio. Pero ahí aparecen las voces de los irresolutos, aplazando lo improrrogable en nombre de un sistema que, se supone, nos protege a todos por igual, siempre y cuando hagamos lo que les conviene a quienes lo conducen desde las alturas oscuras del verdadero Poder.
Los pusilánimes nos previenen sobre la necesidad de esperar el final del mandato del alcalde que venía a terminar con la corrupción, la misma que lo sostiene desde siempre en su altar de egolatrías y fortunas mal habidas. ¿Esperar qué? ¿La desnutrición de los pibes sin leche y sin abrigos? ¿La quiebra de los empresarios que ya no pueden producir por las rejas financieras? ¿La multiplicación de los mendigos durmiendo bajo los aleros de los pabellones de esta enorme prisión? ¿El cierre de los dispensarios donde se refugian los que ya fueron alcanzados por las balas y los garrotes de los guardiacárceles ensorberbecidos? ¿La muerte temprana de los mayores, predestinados a la miseria que les pisa los talones?
Paradójicamente, los muros de esta cárcel nacional han sido agrietados por los mismos que pretenden nuestra eterna condena. Ya no es tan segura esta prisión para contener los deseos de liberación que empujan las paredes con la fuerza de millones de postergados, de sometidos, de hambreados en nombre de una futura emancipación que nunca llega.
El “escape” deberá ser conquistado con urgencia, antes que estos “Atilas” modernos, junto a sus cómplices y los traidores, terminen de arrasarnos, para poder así abrir los portones de la libertad y reconstruir la felicidad postergada en nombre de una democracia falsa e hipócrita, refugio de los asesinos que nos condenaron tantas veces a la cadena perpetua de la miseria.

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