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viernes, 6 de abril de 2018

LULA, EL ESTIGMA DEL PODER

Imagen de "pt.org.br"
Por Roberto Marra

Uno sabe que una cuerda se puede tensar hasta ciertos límites, más allá de los cuales colapsará sin remedio. Sin embargo, una parábola que se suele utilizar para lo político, es que las tensiones de las cuerdas imaginarias entre los distintos actores de ese ámbito, a veces se estiran más allá de lo que pudiera considerarse como posible sin que estallen los conflictos. Todo parte de las relaciones de poder que se hayan generado, las estructuras sociales pensadas para la dominación de los más débiles de la sociedad por parte de los “estiradores de cuerdas” profesionales, que necesitan de la mansedumbre de las mayorías para depredar con facilidad las riquezas generadas por éstas, inyectadas de miedos fabricados para lograr esa pasividad enervante.
Pero pasa que, cada cierto tiempo, la historia suele parir hombres y mujeres diferentes, “genéticamente” iguales a esas mayorías sojuzgadas por sus enemigos de clase. Esos seres distintos, adalides de intelectos notables y valentías superiores, logran esclarecer a ese universo social aprisionado en las redes de las mentiras organizadas para la aprobación de sus propias muertes sociales. Allí aparecen otras tensiones con los poderosos, pero enfrente tendrán ahora a una organización liderada por líderes tan capaces, que sabrán tirar de esa cuerda de la ignominia para romper con la estructura construída para que nada cambie.
Eso pasó en Nuestra América en estos años felices donde los Presidentes y Presidentas se parecían tanto a sus Pueblos, que comenzaron a realizarse los sueños que tanto tiempo fueron semilla infértil en los deseos de una sociedad que parecía destinada a eternos padecimientos. Fue en estos procesos que apareció Lula, un simple obrero metalúrgico transformado en líder indiscutido de un Brasil sometido, hasta entonces, al avasallamiento y la decadencia moral sin límites.
Fue quien se animó a enfrentar a los dueños del Poder para acercar a los “nadies” de toda la vida a los derechos negados desde siempre, otorgándoles la posibilidad de ser parte de una sociedad inclusiva, donde el trabajo fuera el ordenador fundamental, donde la educación ya no fuese un lejano privilegio y donde el hambre se transformara en un mal recuerdo de tiempos que, se suponía, ya no volverían jamás.
La voluntad, lo sabemos, tropieza generalmente con realidades que no resulta fácil modificar. Los estigmas antisociales elaborados por los poderosos y divulgados maliciosamente por los medios, fueron mellando la confianza popular en el proceso virtuoso que colocó al Brasil en la cumbre de su historia económica. Ya sin Lula en el gobierno, Dilma debió enfrentar la aceleración del paso del monstruo neoliberal, que pudo quebrar su destino gracias a la pasividad y hasta la complicidad de los propios beneficiarios de las políticas que Lula había implementado con tanto éxito.
El olvido suele formar parte fundamental del trabajo destructor de los ideólogos de la dominación antipopular. La mentira es el arma predilecta y la corrupción la palabra preferida para denostar y manchar la honra intachable de los líderes que se atrevieron a enfrentarlos.
No interesarán las pruebas ni los juicios amañados. No tendrán importancia las protestas de los leales ante tanta miseria ética. No se tendrán en cuenta, por parte de una parte importante de la población, los logros obtenidos durante los gobiernos populares. Solo serán válidos los obscenos mandamientos de un Poder que se atreve a todo, sabiéndose impune y protegido por un Imperio que está cubriendo de espesos y peligrosos nubarrones el retroceso político, económico y social de la Patria Grande.
Sin embargo, a pesar de los pesares, hay que redordarles a los engreídos virreyes del siglo XXI, que la verdad es como el agua que, con lentitud pero sin pausa, horada hasta las mas duras de las piedras de la mentira. Y que las rejas no podrán más que impedir, solo por un tiempo, el regreso del Líder al sitial de honor entre su gente. Porque Lula, tal como aquel otro inmenso líder caribeño, será también absuelto por la historia.

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