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viernes, 9 de febrero de 2018

CLIMA DE ÉPOCA (MACRISTA)

Imagen de "youtube.com"
Por Roberto Marra

Hay una paradoja que se da en la Argentina de estos tiempos, y es que una persona de insignificancia intelectual y moral reprobable le de nombre a la época. Da cierta vergüenza pensar que en el futuro se estudiará esta historia que estamos transitando denominándola “la época de Macri”. Si hasta llamar “macrismo” a las manifestaciones ideológicas y conjunto de acciones que se están produciendo con la conducción (esto es una manera de decir) del heredero más politiquero de la Famiglia de Don Franco, parece exagerado.
Pero así es la historia, donde algunas personas suelen dar nombre a sus tiempos, aun cuando sus acciones no resulten ejemplares para la conformación de una cultura identitaria de una sociedad digna. Y también generan las denominaciones que a sus seguidores se les dé. Los “macristas” existen, a pesar de no tener la clásica actitud de una militancia clásica, donde prevalecen, en general, valores trascendentes para la sociedad y su porvenir.
Para estos seguidores del rey de los slogans, se trata solo de escuchar los estudiados (por otros, claro) breves discursos, repletos de certezas absolutas, marketineras, meritocráticas e individualistas, siempre adornados con la palabra mágica: “juntos”.
Mediante el uso de esa sola palabra, las promesas incumplidas son tomadas como éxitos, los números falsos de la economía se prefieren a los reales, las mayorías populares son convertidas en antidemocráticas, los empleados estatales en inoperantes y vagos, la industria en superflua, el desarrollo científico en inútil y quienes se atrevan a rebelarse con las injusticias sociales, en terroristas.
Y está el estigma, la marca lapidante de “corruptos”, hacia cualquiera que haya participado o se identifique con el bastardeado gobierno peronista que le antecedió. Al dedo acusatorio de los poderosos encaramados en el aparato del Estado, se le suma los de los emporcados miembros del poder judicial y una parte enorme de la sociedad, ciega de odio irrazonable y hasta feroz contra personas que les brindaron, por lo menos, la posibilidad de vivir mucho mejor que antes.
Los actores de estos tiempos “macristas” son, basicamente, enemigos de la realidad. Huyen despavoridos de las verdades que explotan frente a ellos, refugiándose en la cloaca mediática que sustentó y mantiene la figura de este casi iletrado gobernante y sus políticas destructoras. Empujan hacia arriba la piedra enorme de la decadencia, prefiriendo ser aplastados antes que rendirse ante la evidencia de lo inevitable del retroceso que les espera.
La semilla del odio ha sido el mágico alimento a estas imposturas. Una semilla que no paga “retenciones” de ideales que nos de la oportunidad de la recuperación. Es el gérmen de un futuro que da miedo de solo pensarlo, sino aparece a tiempo el antídoto unitario a la enfermedad individualista de ésta mortal “época macrista”.

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