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martes, 28 de noviembre de 2017

LAS REJAS INVISIBLES

Imagen de "Big Bang! News"
Por Roberto Marra
Es conocido que todo preso quiere huir. Tal vez ni lo intente siquiera, pero el deseo está allí. La libertad es lo más preciado en los seres humanos, al punto que la pena por cualquier tipo de delito incluye su pérdida. Pero más allá de las penas judiciales, existen otros tipos de pérdidas de libertad, que no tienen que ver con quebrantamientos de las leyes.
La pobreza es esa cárcel sin rejas visibles, pero reales. La imposibilidad de ejercer los derechos más elementales, forma parte cotidiana de la sobrevivencia de enormes sectores de la población del Mundo. No se trata solo de cuestiones materiales, aunque por allí comienza.
La carencia de alimentos en cantidades y calidades necesarias para el crecimiento de los más chicos, es la parte más perversa de esta anomalía antihumana que atraviesa a las sociedades. La indignidad de las viviendas, nombre demasiado generoso para designar las cobachas miserables donde se alojan millones de personas, resulta otra de las vergüenzas irresueltas. Escaso acceso al saneamiento urbano, a la salud, la educación y el transporte, agregan mas degradación en las condiciones de vida para estos habitantes.
Impotentes y abandonados, sus vidas transcurren persiguiendo salidas de esas rejas invisibles. Igual que en las cárceles reales, corruptos empresarios les ofrecerán abrir las puertas a cambio de sacrificios oprobiosos, tras los cuales nunca cumplirán con sus palabras. Algunos falsos profetas de la politiquería inescrupulosa intentarán arrearlos como ganado hacia otras salidas, con el sucio pago de los votos necesarios para las traiciones posteriores.
Para que entiendan que sus destinos son inmodificables, los palos y las balas serán moneda corriente en esos barrios. El delito real será una de la formas en que los más jóvenes intentarán evadirse de esa realidad inmunda, convirtíendose en carne de cañón de las poderosas redes de criminales que nunca llegan a las cárceles, porque son quienes las construyen y custodian.
En medio de ese barro de inmoralidades y vergüenzas, suele asomar cada tanto, el virtuosismo de algunos seres distintos, capaces de elaborar planes para evadirse definitivamente de esas prisiones. No son delincuentes tratando de eludir la justicia, sino simples y justos hombres y mujeres tratando de huir de los verdaderos criminales que los han encerrado durante generaciones en esa cárcel de mentiras y miserias.
Son los tozudos trabajadores de las conciencias, que fabrican las llaves de las puertas que caen como castillos de naipes, cuando la poderosa fuerza del Pueblo organizado las empuja para abrir la brecha definitiva hacia la más hermosa de las construcciones humanas: la libertad.

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