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jueves, 30 de noviembre de 2017

LA VERDAD HUNDIDA

Imagen de "Hola Palmira!"
Por Roberto Marra

Batalla naval. Así se llama el juego de mesa que se acostumbraba realizar en las horas de ocio o en las horas libres escolares. En él, cada jugador trata de adivinar en que casillero se encuentran los barcos de la flota contraria, hasta que se logra “hundir” a todos.
Tal vez siguiendo este concepto de juego naval, el gobierno argentino puso en algún sector del mar a nuestro submarino ARA San Juan, aparentemente para que forme parte de una maniobra conjunta con otras fuerzas extranjeras. No sabemos cuales fueron las órdenes que les dieron, no sabemos cuales fueron los objetivos que no se les dijeron, no sabemos que pretendía lograr el gobierno y su inepto ministro de defensa, si es que es capaz de manifestar alguna idea.
Lo que si sabemos es que algo que sucedió en el trayecto recorrido por la nave, provocó la desaparición y, probablemente, la destrucción de la misma y el consecuente final mortal de la tripulación. También conocemos la incapacidad de búsqueda propia, asociada a la enorme capacidad de ocultamiento que forma práctica habitual de los gerentes gobernantes.
Rehenes de semejante inmoralidad comunicacional, los familiares de los tripulantes navegan (valga la paradoja) por los medios de comunicación, donde inútiles conductores de programas lacrimógenos, relatan fábulas que no reconocen base cierta alguna.
En ese ámbito pseudo-periodístico, nadie se mueve más al compás de los intereses del relato estigmatizador que siempre propone el ejecutivo actual, que la ya insoportable Carrió. Creyéndose siempre dueña de las vidas ajenas, acostumbrada al lisonjeo de los lamebotas del poder, no le importa destruir a quien sea y como sea para mostrar saberes que solo son acumulación de odios generados por su perversa condición inhumana.
Hasta allí llegó su asquerosa forma de referirse a los tripulantes del submarino, con el desprecio propio de quien no siente más que placer cuando hace daño. El asombro es que, aún con semejante acción depredadora, la verborrágica y mendaz cacatúa chaqueña, continúa ejerciendo influencias sobre la sociedad, que la mira como una figura política importante, cuando se trata simplemente de una psicópata con patente de intelectual, otorgada por la más conocida de las embajadas.
En la cumbre del desprecio humano, en el podio “triunfador” de los odiadores seriales, recibe todavía y a pesar de sus exabruptos, las miradas complacientes de los ciudadanos sordos y ciegos por elección propia, que prefieren sus ofensivas diatribas a la simple realidad, tan evidente como el resultado final del horror de este sucio juego donde lo único que se hunde es el honor y la verdad.

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