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domingo, 10 de septiembre de 2017

VENEZUELA: ¿UNA DICTADURA VOTADA?

Imagen de "Lechuguinos.com"
Por Roberto Marra

La definición de democracia dice que es una forma de organización de la sociedad donde el Poder reside en el conjunto de la ciudadanía. O también se la puede definir como una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes.
Por su lado, la dictadura se puede decir que se trata de una forma de gobierno en la cual el poder se concentra en un solo individuo o una élite, sin que medie participación institucionalizada del conjunto de la ciudadanía, sino de una minoría que, de facto, proclama gobernantes y toma decisiones.
Con estas sencillas definiciones, acerquémonos a Venezuela. Comparemos las realidades y los hechos que se suceden en ese País hermano, para determinar si lo que se escucha sobre él es verdad o mentira. Pero hagámoslo con la mente abierta a comprender un proceso político y social tan especial como cada uno de los que suceden en cada Nación de nuestro Continente. Preguntémonos entonces:
¿Es posible hablar de “dictadura” cuando desde la asunción de Hugo Chávez en 1998 hasta la fecha se han realizado veinte elecciones, de las cuales el Gobierno bolivariano solo perdió un referendum sobre una reforma constitucional menor y las legislativas de 2016?
¿Puede ser una “dictadura” un gobierno cuya Constitución preve la existencia no ya solo de los tres clasicos poderes, sino también del Poder Ciudadano y del poder Electoral, ambos independientes y todos controlados entre sí?
¿Es “dictadura” un gobierno que se entrega a la decisión popular a través de una Asamblea Constituyente, elegida tan democráticamente que los auditores internacionales no le pudieron objetar nada ni al proceso ni a la participación, a pesar de la negativa cerrada de la oposición a presentar candidatos?
¿Es “democrática” la actitud de los que se hacen llamar “oposición”, llamando a la destrucción de edificios públicos, a asaltar cuarteles, a cerrar calles y matar a sus enemigos ideológicos hasta quemándolos vivos?
¿Es “democrático” y “republicano” llamar descaradamente a la intervención de una Nación extranjera para eliminar a un gobierno legítimamente elegido, como hacen esos burdos personajes de malas historietas que se autoasumen como “líderes” opositores?
¿Qué tienen de “demócratas” los gobernantes de otras naciones que promueven esa intervención y financian a los golpistas internos de Venezuela? ¿Qué libertades defienden los medios oligopólicos como no sea la de las corporaciones económicas y financieras mundiales que nunca admitieron desarrollo autónomos de ninguna Nación?
Párrafo aparte para la sobreactuación de muchos “analistas” internacionales, que con escaso conocimiento de aquella realidad, se plantan en la vereda de la defensa boba a las supuestas “democracias”, esas que solo son una puesta en escena hipócrita donde el Pueblo nunca decide, sino a través de la presión mediática y la extorsión económica.
No faltan a esta cita con la destrucción de las experiencias populares independientes, los engreídos representantes de la “izquierda”, palabra tan desvalorizada como “democracia”, por imperio de la actitud miserablemente dogmática de estos auténticos traidores a sus propios orígenes ideológicos. Ellos también participan de estos festines destructivos de Venezuela, con argumentos tan falaces como los de sus hermanos del otro extremo del pensamiento.
Aquí, en Argentina, un “demócrata” presidente, cuyo republicanismo se cae a pedazos en cada una de sus medidas, con un pasado ligado intimamente a la dictadura real y feroz que padeció nuestra Nación, se permite el ilegítimo privilegio de determinar la vida de los venezolanos, asumiendo el rol de defensor de derechos que el conculca en nuestro País, con el regreso incluso de la desaparición forzada de las personas como método represivo.
No sabemos el destino que le espera a la Patria de Bolivar. Imposible determinar con certeza qué fuerza predominará y que futuro tendrá la Revolución Bolivariana que soñó Chávez y su Pueblo. Tal vez, una vez más, el Imperio y sus genuflexos seguidores logren su objetivo de dominación y retroceso. Serán, igual, simples “recreos” oligárquicos en una historia que inexorablemente avanzará hacia otra etapa de agudización de los choques de sus intereses con los populares.
Otra vez la maldición de Malinche está atravesando a nuestra América. Nuevamente la traición y el olvido hacen posible aceptar masivamente los disfraces de “democracia” de las reales dictaduras del “mercado”, incluso cooptando a quienes hasta no hace demasiado aparecían como sus enemigos.
Dura labor nos espera, pero sobre todo a las próximas generaciones, para acabar con esta tragedia repetida mil veces. Dura, pero necesaria. Desmoralizante a veces, pero imprescindible para convertir en realidad los viejos sueños de independencia, soberanía y justicia social, esos que apenas pudimos alguna vez tocar, por tiempos tan breves como felices.

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