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martes, 3 de enero de 2017

LA TRAMPA DE LA FALSA DEMOCRACIA

Imagen de BBC.com
Por Roberto Marra

Votamos. Hubo un ganador y asumió su rol en forma legítima, por decisión de la mayoría. Fin de la acción democrática. Porque… ¿Acaso se correspondieron las propuestas pre-electorales con las acciones post-electorales? ¿Acaso se respeta estrictamente al texto y el espíritu de la Constitución? ¿Acaso se promueven políticas destinadas a mejorar la vida de la totalidad de los ciudadanos, sin excepciones? ¿Acaso se sostienen todos y cada uno de los derechos humanos más elementales? ¿Acaso pueda considerarse lícita la negación de la realidad como método de disciplinamiento social? ¿Acaso es sustentable una política económica basada únicamente en el endeudamiento sin límites? ¿Acaso son lógicas las respuestas de los funcionarios al ser interrogados sobre el futuro? ¿Acaso es contrastable con los hechos objetivos, la sarta de mentiras sobre el pasado reciente, convertidas en rezos de una religión del odio y la destrucción de los adversarios? ¿Acaso se puede hablar de justicia, cuando se encarcela por arrojar huevos que no se arrojaron, pero se libera a quien extorsionó con amenazas de muerte para quedarse con bienes ajenos? ¿Acaso es legal inventar paródicas falsedades sobre suicidas pretendidamente asesinados? ¿Acaso se corresponde con la realidad esperada el presupuesto que se presentó ante el Congreso? ¿Acaso el Congreso está integrado por impolutos legisladores que actúan solo por imperio de sus convencimientos? ¿Acaso los gobernadores piensan en algo más que mantener su nidito electoral, aún a costa de la miseria de sus co-provincianos? ¿Acaso el presidente piensa en algo más que defender los intereses de quienes lo elevaron a tan inmerecido cargo? ¿Acaso piensa? ¿Acaso es humano?
Entonces, cuando las obvias respuestas a tantos simples interrogantes caen como granizo sobre la testa, surgen otras preguntas: ¿Acaso respetar el resultado de las elecciones tiene una contrapartida de respeto hacia los respetuosos? ¿Acaso defender los valores democráticos significa que los adueñados del Poder también lo harán? ¿Acaso el verdadero Poder, el que nunca deja de ser tal, le importa algo de lo que el Pueblo exprese en las urnas? ¿Acaso su victoria no es el sometimiento a sus reglas por parte de todos los actores sociales? ¿Acaso no ha utilizado en el pasado y también en el presente, toda la fuerza de su maquinaria de muerte y horror? ¿Acaso no disfrazan a esa fuerza de “combate al delito”, o “al narcotráfico”, o “al terrorismo”, para convencer de su necesidad a quienes serán sus víctimas?  ¿Acaso la experiencia no sirve para corroborar lo inexorable del destino ante la aplicación de determinadas políticas? ¿Acaso es democrática la democracia argentina? ¿Acaso es democrático arrogarse derechos superiores al resto de la población, solo por pertenecer a una clase de mayor poder adquisitivo? ¿Acaso es democrático negarle esos derechos a quienes no cuentan con sus colores de piel, sus orígenes étnicos, sus fortunas mal habidas o sus ideologías importadas? ¿Acaso los poderosos piensan, alguna vez, en otra cosa que aumentar su poder?
A pesar de tantos “acasos” de fáciles respuestas, todo indica que los aturdidos ciudadanos argentinos marcharán a las próximas elecciones como soldaditos adiestrados para matar su propia y mejor herramienta de lucha: el voto. Salvo que… la lucha de quienes todavía no cayeron rendidos ante los destructores del genuino sentido de la democracia, logre desbrozar el camino de la recuperación de la conciencia a la mayoría, en base a otra herramienta fundamental, tan olvidada: recordar.

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