Imagen FORO de CONTADORES |
Pagar impuestos no parece ser
uno de mayores placeres de los argentinos. Escapar de tales obligaciones
legales es de práctica más que habitual, extendida transversalmente entre la
población. Además, la evasión parece ser una materia especialmente aprendida en
las facultades de ciencias económicas. De allí egresan los contadores a
quienes, la mayoría de quienes los consultan para las declaraciones anuales y
el pago de impuestos, le harán la preguntita de rigor: “¿cómo podemos hacer
para pagar menos, o no pagar?”.
Además de demostrar la cultura elusiva predominante, derivada de un
egoísmo que cala hondo en las consciencias de los argentinos, da cuenta de una
profunda ignorancia sobre las
características y el funcionamiento de la estructura productiva nacional,
profundamente afectada por la distorsión en la distribución de la riqueza
generada.
Escuchamos hasta el hartazgo la cantinela de la “presión impositiva”,
como si fuéramos el país que más alta la tuviera, cuando los números del Mundo expresan
claramente lo contrario. Si es injusto el sistema impositivo, lo resulta por la
desigual presión que recae sobre las distintas clases sociales, con una
distribución absolutamente regresiva de las obligaciones.
Esa injusta presión impositiva se deriva, no solo de las
características de las leyes que la sustentan, sino, fundamentalmente, de un
sistema económico donde la producción primaria es la mimada del Poder, donde el
crecimiento industrial está cada vez más limitado por la dependencia importadora,
donde el desarrollo científico y tecnológico nacional vuelve a ser
relegado.
El problema no pasa tanto por cuanto se paga de impuestos, sino por cómo
se utilizan esos recursos. Por fuera de esa berreta estupidez de que “se roban
todo”, que solo sirve como slogan de una maquinaria mediática nefasta para la
comprensión de la realidad económica, es ineludible revisar el sistema
impositivo desde un claro concepto de justicia social.
Será imprescindible, entonces, re-estructurar el aparato productivo,
antes que el impositivo, para que éste resulte después útil al desarrollo
nacional y la justa distribución de la riqueza. Tan imperioso como será
modificar la cultura evasora, y terminar con los “expertos” que viven (y muy
bien) de esa antipatriótica actividad.
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