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“Sucia como una papa”, fue la descripción.
Cortita, contundente y clara. La entiende el politólogo sueco que
escribe su tesis de posgrado sobre la Argentina y que fuera tan protagonista de
algunas columnas de Mario Wainfeld y también el don y la doña de la esquina. El
autor de la perfecta metáfora no fue otro que el mejor esgrimista verbal que
tiene el oficialismo y le fue dedicada a la blonda y fabuladora diputada
nacional. Pero le va de perillas al jefe comunal que quiere ser Presidente, a
ese que gracias a papá abrió la Boca, a ese que gracias a Boca alguno lo pudo
tomar en serio, a ese que, incluso con la papa en la boca, armó la estructura necesaria
para seguir dominando los hilos de Boca. El del bigote más icónico del gobierno
nacional, a éste, al que marketineramente se sacó el bigote, le dice de otro
modo: “conejo negro”, le puso. “Porque ni los magos lo hacen trabajar”, dice.
Pero le va lo de la papa, porque está sucio.