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Por Hernán Brienza *
No es fácil la vida del opositor en la Argentina. El hombre (o la mujer) le pone voluntad, lee las pringosas editoriales del diario Clarín todas las mañanas –en las que antiguos hombres de la izquierda peronista o del ERP, venden su pluma al CEO que está sospechado de haber sido cómplice de la dictadura militar que masacró a muchos de sus antiguos compañeros–, se prende a la pantalla de TN como el Tano Passman viendo descender a River, escucha Radio Mitre y se convierte por momentos en el psicótico oyente de Hasta Cuándo –la parodia de Diego Capusotto– y busca incluso por Internet la notas humorísticas de Joaquín Morales Solá, en La Nación, o las de Beatriz Sarlo, la intelectual fetiche de los Iluministas de Bajo Consumo, o las socarronas Causseries políticas de Carlos Pagni, suponga. A veces, incluso, hace esfuerzos desmedidos y lee a Marcos Aguinis y siente el atroz encanto de practicar ese entonado gorilismo mediterráneo o se aguanta los domingo para aprender una nueva lección de traducción del idioma castellano-boludo/boludo-castellano.
El hombre (o la mujer) quiere ser un opositor perfecto e intenta
escudriñar los secretos sexuales de la presidenta, los escándalos
amorosos de algún funcionario cercano a la Casa Rosada o, al menos,
busca conformarse con el descubrimiento de los placeres onanistas de
algún ordenanza, al menos. Participó de las marchas, se entusiasmó la
vez que fueron muchos en la 9 de Julio, y se aprendió los lugares
comunes del Perfecto Opositor y escribe todo con K: "Son todos chorros",
"Son peor ke el menemismo", "Son una diktadura", "Parecemos Kuba", "No
al Indek", "Salvemos a la Repúblika", "Kiero mis dólares", "No me peguen
soy del PRO". Hay que reconocer que el hombre (o la mujer) le pone
ganas, se esfuerza, hace los deberes, se escandaliza con sinceridad.
Pero no alcanza. Y uno ante tanto despliegue de voluntas y empeño,
incluso hasta la sinrazón, no puede menos que exclamar como en El Mío
Cid al verlo: "Dios, que buen vasallo, si oviesse buen señor" (o como
cantaba el bueno de Juan Manuel Serrat en La Montonera: "Qué buen
vasallo sería, si buen señor tuviera").
Pero el "Buen Señor" brilla por su ausencia. Para alegría de muchos
y tristeza de unos pocos. Las encuestas posteriores a la marcha del 18
de abril fueron contundentes: una abrumadora mayoría no se sentía
representado por ninguna figura política, apenas un 15 por Mauricio
Macri y le seguían en descenso Hermes Binner, Daniel Scioli, Elisa
Carrió rondando su clásico 2 por ciento. Es decir, ninguna de las
"figuras" de la oposición logran capitalizar el descontento de una parte
de la sociedad que termina refugiándose una vez más en el discurso de
la antipolítica. Es que no es sencillo.
El Ser Opositor –así en mayúscula, como si se tratara de una
entidad metafísica– es a veces de izquierda, muchas veces de derecha y
de a ratos un tanto esquizofrénico. Probemos alternativas:
a) Le gusta Fernando Pino Solanas porque es un
progresista-peronista que, gracias a su alianza con Carrió, deberá
sostener como ministro de Economía a un neoliberal como Alfonso
Prat-Gay, otrora integrante de la poderosa banca J.P. Morgan.
b) Tumini y Donda, especialistas en explicarle a los venezolanos
chavistas y a los argentinos kirchneristas cómo se debe hacer una
revolución verdadera, compartirán gabinete con Hermes Binner, quien hace
poco ideó la estrambótica teoría que sostiene que la muerte de los
siete militantes chavistas no es por causa de la violencia generada por
Capriles y los suyos si no por culpa del mismo chavismo... Es decir,
algo así como medirle el largo de la minifalda a la víctima de una
violación.
c) Como resulta que el socialismo estaría dispuesto a hacer una
alianza con la UCR, los sectores "ultraizquierdista" y defensores
acérrimos del acervo nacional y popular deberán compartir proyecto
político con Ernesto Sanz, por ejemplo, quien, además, de sostener, en
términos progresistas, claro, que los pobres se gastan la asignación
universal en "chupi y joda", se sale de la vaina porque a los argentinos
nos vaya como en el 2001 –cuando gobernaban los propios radicales– así
el Cristina Fernández de Kirchner se va antes de la Casa Rosada. ¿Qué
rara perversión tienen los dirigentes del radicalismo, verdad? Pareciera
que les encanta ver sufrir a las mayorías pobres, ¿no?
d) Hasta aquí parece difícil una entente autodenominada
"progresista" entre Tumini y Sanz, por ejemplo, o entre Pino y Oscar
Aguad, excepto que hagan peripecias ideológicas que, cómo se sabe,
siempre resultan caras para los propios integrantes de esa Unión
Democrática. Los argentinos bien sabemos qué resultó de la fórmula
Tamborini-Mosca, o del descalabro de Alfredo Palacios siendo embajador
de la dictadura de Pedro Aramburu e Isaac Rojas, o, por acercarse más en
el tiempo, del gobierno de la Alianza.
e) Pero hay más, claro. Del otro lado, del espectro opositor,
también comenzó a rejuntarse la derecha peronista. Como en una extraña
foto en la que todo pareciera volver a los noventa, un sector del viejo
aparato del pejotismo, soso, con fecha de caducidad, con poca novedad
que ofrecer, se reunió bajo la figura de José Manuel De la Sota para
ofrecer una opción "Peronista" al país. "Peronista" significa que no va a
aliarse al bloque progresista y que tampoco lo hará con Mauricio Macri,
supongo. En esa foto estaban los desconocidos de siempre: Eduardo
Amadeo, el bibliotecario peronista Francisco de Narváez, Roberto
Lavagna, el ex antimenemista y ex kirchnerista Hugo Moyano, Jerónimo
"Momo" Venegas, la indemnizada Claudia Rucci y Jorge Yoma, entre otros.
La pregunta, obvia, que surge al ver esa imagen es cruel: ¿Qué tiene de
nuevo el viejo pasado para ofrecerle al novedoso futuro?
f) No nombro a Daniel Scioli dentro de las alternativas opositoras
por la simple razón que considero que el gobernador de Buenos Aires, más
allá de su heterodoxa versión del kirchnerismo, aparece como opositor
sólo en los desvaríos de alguno que otro periodista de Internet.
g) Por suerte en la derecha derecha está Macri quien avisó la
semana pasada que está dispuesto a hacer bien los deberes porque él
forma parte de la clase dominante argentina y si tiene que meter bala, a
su Policía Brava Metropolitana no le va a temblar el pulso para hacer
dialogar a los balazos –como le gusta a la cándida y pundorosa María
Eugenia Vidal– con cualquiera que se ponga en la mira. Puesto a
sincerarse, Macri ya mostró su verdadero modelo: endeudamiento externo
del Estado, ajuste, suba de impuestos, ineficacia en la obra pública,
voluminoso caudal publicitario, buena untada al diario Clarín para
obtener cobertura mediática y represión a siniestra y siniestra. ¿Se
imagina un país gobernado por Macri? Da miedo hasta al más opositor del
kirchnerismo, ¿no?
Haciendo un breve repaso por las alternativas, se entiende la
bronca del Ser Opositor. No hay nadie que pueda representarlo
dignamente, incluso con las miserias que el propio Ser lleva en sus
entrañas y que no es menester vivificar en esta nota. Confundidos, sin
ideas, imposibles de unir sin causar gracia, los políticos opositores no
encuentran otra salida que acoplarse a las operaciones
desestabilizadoras que el diario Clarín hace todos los días desde sus
tapas o hacer declaraciones desafortunadas que ponen en fuga a sus
posibles socios de alianzas. Entonces, el Ser Opositor golpea la
cacerola un rato, blasfema, marcha otro ratito, amenaza con pegarle a
alguien, llora, apoya a Del Potro, mira a Jorge Lanata, no se anima a
decir que "con Menem estábamos mejor", escribe todo con K, insulta a
periodistas por las redes sociales, habla mucho de la corrupción y viaja
a Colonia a traer 678 dólares por viaje. Se cree bueno, honesto,
decente sin ser nada de eso. A veces canta la falta con 26 y se va al
mazo con el ancho de espada. Son algo así como la Aristocracia del
Barrio. Peores cosas se han visto en nuestro país, es cierto. Pero allí
donde estuvieron las peores cosas, estuvo este Ser Opositor aplaudiendo
alegremente. Con el mismo fervor que ahora golpean las cacerolas.
*Publicado en Tiempo Argentino
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