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martes, 1 de julio de 2025

EL OBJETIVO DE SALVAR LA PATRIA

Por Roberto Marra

La noticia se hizo tapa de casi todos los medios: una jueza de Nueva York le ordena a la Argentina entregar el 51 por ciento de las acciones de YPF. Como era de esperarse, el monigote que habita por estos tiempos la Casa Rosada salío a señalar a su alter ego del odio político, Áxel Kicillof, como el causante de semejante desvarío judicial internacional. Cumpliendo con una de las once “leyes” goebbelianas, reacciona a cada acción con una falsedad estrambótica pero llamativa, de manera de desviar nuestra atención hacia el lado contrario de las razones del suceso del que se trate.

Dejando de lado esta enésima brutalidad semántica presidencial, el hecho trascendental es el de la intromisión ya descarada y brutal de parte del imperio decadente en cada una de las acciones decididas por un estado soberano. Lo bestial es la asunción de ser los portadores de “la última palabra” sobre cualquier acto decidido por cualquier nación del orbe, máxime cuando esté conducida por uno de sus sirvientes obsecuentes. Y no por no ser novedad, deja de tener un repugnante olor a entrega y colonialismo, dos “virtudes” tan caras a los intereses y necesidades de EEUU.

Dada la actitud vendepatria de la actual gestión gubernamental, hasta se podría decir que esta decisión judicial de los amos imperiales sólo está hecha para asegurar la entrega que el mismo (des)gobierno antinacional ya viene avisando desde sus inicios: la privatización de la más importante empresa nacional que todavía nos queda. Un indicio del nivel de la estructura mental de estos gestores de la implosión social que están acarreando los desvaríos del heredero de Nerón en el trono de lo que fuera, hasta no hace demasiado, una República.

Ahora, la pelota queda boyando en esa realidad virtual en la que parecen navegar muchos de los integrantes del campo nacional y popular, tan abstraídos en propiciarles golpes políticos a sus adversarios internos, antes que en intentar generar una movilización social basada en objetivos que nos aseguren que semejantes entregas del patrimonio nacional no se concreten. Claro que, para eso, debieran poseer un sentido patriótico que parecen haber extraviado en el camino de la mimetización con los enemigos, buscando los favores de una sociedad que permanece estática y abstraída en sus salvatajes individuales, producto de la salvajada económica que les agobia.

YPF, los minerales, la tierra, el agua, la producción agraria e industrial, son las riquezas que todavía podemos salvar. Pero hace falta algo más que simples palabras o eslóganes electorales. Se necesitan actitudes soberanas, decisiones independentistas, justicia en las relaciones de producción y en la distribución de la riqueza generada por todo el Pueblo. Y hace falta que sea “Pueblo” y no “gente” la que sea interpelada por quienes intenten convertirse en líderes de este pandemonio antisocial, para convertir a esta sociedad malversada y desgarrada en protagonista directa de su destino.

Ahora, cuando el Mundo camina hacia su enésima expectativa de autodestrucción, también por decisión del mismo imperio que nos pretende rematar, es el momento de hacer realidad los mandatos revolucionarios que se han dejado olvidados en profundos rincones del olvido, intentando vanamente parecerse a lo peor de nuestra historia como recurso electoralero, dando por sentado que la derrota popular y la disolución nacional no tendrían posibilidad de evadirse.

Es tiempo para valientes, para corajudos, para patriotas de verdad. Es hora de movilizar las neuronas del recuerdo de los tiempos donde la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación eran las metas fundamentales. Es imprescindible desbrozar el camino de la brutalidad politiquera, desgranar el manojo de ideas que permanecen en el corazón de quienes todavía quieren ver la realidad, ponerlas en función de una movilización popular basada en el conocimiento y las utopías que jamás murieron, salvo en la mentes obtusas de quienes no entienden la historia. Y defender lo nuestro, lo aparentemente intangible, aquello que no vemos pero que está allí desde siempre, listo para servir a la constitución de una verdadera Patria, Justa, Libre y Soberana.

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