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viernes, 27 de septiembre de 2024

EL OLVIDO

Por Roberto Marra

El olvido es una “enfermedad” endémica en la población en general, pero más aun en el ámbito de la política. Como en toda enfermedad, están presentes los agentes “virósicos” o “bacteriales” que la provocan y el “ambiente” que promueve su difusión. Esa contaminación es auspiciada por sectores interesados en el desarrollo y sostenimiento de ese olvido permanente, imprescindible para generar las bases de sus beneficios y la exaltación de sus supuestas certezas, un poderoso anestésico de la memoria popular y un “aceitado” mecanismo de cooptación de voluntades de los políticos “profesionales”.

En los tiempos electorales es cuando más se manifiestan los síntomas de esa enfermedad degradante de la condición humana y social. Ahí es cuando más actúan los agentes perversos que nos inoculan las dudas sobre nuestras propias capacidades reflexivas. La palabra es retorcida hasta extraer de ella toda sustancia y transmutarla en hoquedad provocadora de inconsciencia o, lo que resulta peor, en travestismo de la experiencia vivida, en una especie de “alzheimer” selectivo: sólo se olvida lo bueno y se “recuerda” lo que nunca sucedió.

Por eso es que resultan tan factibles de convencer los habitantes de todo el Mundo sobre las “maldades” de los enemigos del Poder Real y las “bondades” de quienes integran ese uno por ciento que nos domina a su antojo. Por esa “bacteria” asesina de la memoria es que padecemos los retrocesos que se festejan como triunfos y las caídas en los infiernos cotidianos a los que nos acostumbramos cada vez más fácilmente. Por esas “virosis” mediatizadas por las cadenas de la mentira organizada es que retrocedemos en la escala de la comprensión de la realidad y aceptamos como sinceras las expresiones que nos hunden en el barro de la historia tergiversada.

Siniestros quienes esparcen el veneno, pero más aun quienes, consagrados como representantes del Pueblo y sabiendo de qué se trata, lo toman como base de sus mensajes, y sólo procuran desvanecer sus efectos con analgésicos inocuos para semejante enfermedad. Todavía peor quienes lideran movimientos populares pero no terminan de ponerse firmes ante los agentes del mal, proveyendo a convenir con ellos antes que a combatirlos. Retroceder, parece ser el movimiento preferido de los últimos tiempos en política.

No atacan solamente al ámbito nacional los retrocesos provocados por estas virosis del olvido. También logran envenenar las relaciones con aquellos gobiernos de países que el imperio, productor esencial de estos virus y bacterias desmemoriantes, considera como integrantes de un supuesto “eje del mal”. Así es que han logrado que varios de los más importantes líderes que ha dado la historia latinoamericana en los últimos decenios, se transformen en propagandistas de las falsías imperiales, re-alimentando los retrocesos sociales con fantasmas de dictaduras que no son y de democracias que lo son menos.

El olvido destruye la solidaridad, niega la historia, rechaza las certezas de lo vivido, anula la percepción de lo obvio, se hunde en palabreríos incoherentes con la realidad, se encarna en la negación de los sentimientos populares, se adhiere a las neuronas desarmadas de esperanzas, se esparce como un polvo impalpable que inhalamos hasta morir por dentro, aun cuando tengamos signos vitales perceptibles.

Es tiempo de ponerse mascarillas de verdades para evitar el contagio con estas esporas de la ignorancia programada. Es hora de empujar a los viejos y los nuevos líderes a retomar en sus manos las banderas que abandonaron en nombre de un insustancial “diálogo” con enemigos sordos y genocidas. Es momento de atreverse a esparcir los recuerdos de las mejores épocas y consumar nuevos planes que se basen en ellos. Es ahora la oportunidad de embarcarnos en la nueva-vieja aventura de construir una Patria de verdades populares y de historias rememoradas. Es eso, o hundirnos para siempre, por la cobardía y la brutalidad de quienes no sienten como propias las banderas liberadoras, en el peor de los sentidos humanos: el olvido.

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