Se escucha muy seguido eso de que “vienen por todo”. Pero ya lo tienen todo. Y lo que pareciera que todavía no, se está encauzando hacia ellos en nombre del cobarde “no se puede”. Hay una entrega total a los designios del Poder Real, mintiéndose a si mismos los gobernantes que pretenden tapar el sol con un dedo.
Agujero tras agujero se van intentando obturar con medidas cada vez más restrictivas para los que ya no tienen casi nada que perder, salvo la propia existencia física. Los poderosos alzan la voz para atacar con mayor virulencia a los supuestos representantes de Pueblo, hasta hacerlos retroceder en sus convicciones, al límite de ceder las banderas más profundamente arraigadas de sus ideologías.
Los estigmas son la moneda de cambio del poder mediático para socavar las mentes obnubiladas por tanto abandono de promesas y utopías fundantes. Los representantes del imperio decadente, aparecen una y otra vez retratados junto a funcionarios incapaces de oponerse a tanta obsecuencia vana en nombre de un tiempito más en el lugar que la historia les otorgó para algo mucho más digno. La pobreza sólo parece ser un número del Indec, mero atributo del abandono disfrazado de “lo posible”. La miseria se esconde detrás de limosnas que pretenden suplantar a los derechos sociales.
Los latifundistas se oponen a cualquier medida, haciendo gala de sus poderíos territoriales y sus herencias mal habidas. Los campesinos menos favorecidos, buscan la salvación en el canto de las sirenas medievales de “juntos por el cambio... de moneda”. Los industriales olvidan con la rapidez de un rayo los créditos blandos de las épocas del despreciado “kernerismo”. Los trabajadores revuelven la historia de sus vidas y de las de sus antepasados, y no logran visualizar los mejores tiempos, tapados como se encuentran por la cortina de humo de las falsas verdades y los paradigmas falsificadores de la honestidad comunicacional. El humo real patentiza la destrucción de un ambiente que se ignora como base de la vida, pasando a ser sólo la caja fuerte de donde extraen nuestras riquezas los que ya son demasiado ricos.
El presidente se obnubila con un poder que no posee, intuyendo mal su destino y pretendiendo lo que no podrá lograr caminando por la senda de la entrega del alma de nuestra Nación al diablo mismo que maneja los hilos financieros globales. La justicia ya no se puede escribir con mayúscula, atravesada como está por la nefasta condición de guerreros antipopulares de sus máximas autoridades. La máxima líder popular sobrevive de milagro de un intento de magnicidio, sin que eso se haya convertido en motivo elemental del accionar de un gobierno que venía a redistribuir riquezas y Justicia.
Estamos atravesados por la miseria material y moral, atestados de obsecuentes del Poder, amontonados en el cristal de la vidriera de la opulencia repugnante de quienes se burlan de nuestros destinos oscuros, atormentados por la maraña destructiva armada por el enemigo disfrazado de adversario político, casi prestos a abandonar la pelea antes del primer round, al ver tanta desidia e insensatez, tanto disvalor acobardante, tanta inmundicia traidora trasvestida de “verdaderos peronistas”.
El asco da paso al vómito de las verdades que nos escabullen entre bosques de mentiras adobadas con el amargo dulzor del olvido. Estamos instalados al borde del abismo tantas veces visitado, ejercitando la repetición de nuestras necesidades mansilladas, remendando el traje de la hipocresía para no admitir el fracaso y sublevarnos ante los esclavistas de las mentes que nos dominan como quieren.
Queda escaso tiempo para la rebelión, pocos días para elevar las voces conjuntas que paren la muerte cotidiana, nimios minutos en la historia de una Nación que no puede entregarse así nomás, en nombre de la pereza intelectual y el abandono de los sueños arrebatados. Quedan pocas fuerzas para intentarlo todo para convertir a este hato de injusticias programadas en ilusiones de porvenires. Estamos otra vez ante la “cordillera”, pero sin muchos “sanmartines” para animarse a cruzarla.
Pero tenemos la historia de nuestro lado y las pasiones que nos brotan de los corazones taquicárdicos, por tanta niñez arrebatada, tanta vejez sin júbilo, tanto Pueblo desangrado en nombre de la nada misma. Es ahora, es con el de al lado, es con quienes sienten que la Patria es algo más que una palabra de acto escolar, para convertirse en la razón de ser de cada uno de nosotros. Es la última oportunidad antes del descalabro final, el momento que no debemos dejar que suceda, el minuto fatal que nos robe hasta la palabra esperanza, en nombre de una Nación que deje de ser Argentina.
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