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lunes, 28 de noviembre de 2022

LOS "PREPARADOS"

Por Roberto Marra

La preparación previa a la asunción de un determinado cargo, pareciera una elemental forma de de responsabilidad ante las funciones que a partir de ese momento se asumirán. Algunos lo harán estudiando por sí mismos gestiones anteriores, relevando éxitos y fracasos de las mismas. Otros se intentarán rodear de expertos que lo asesoren en los temas involucrados, confiando en que, de esa manera, podrán sortear las demandas que se le planteen, derivadas de las muy diversas necesidades de soluciones de complejidades, previsibles o no.

Todo esto, en teoría. Porque la realidad suele ser un poco (o mucho) menos transparente. Es común observar como quienes se lanzan a una pre-candidatura, ese etéreo tiempo en que nada está definido pero hay que mostrar capacidades para seducir al electorado, comienzan con el latiguillo de: “me he preparado durante mucho tiempo para ejercer tal cargo”.

Es aquí cuando nuestras neuronas nos conectan inmediatamente al pasado, cercano o lejano, y nos recuerdan a otros y otras que habían dicho exactamente lo mismo al inicio de sus campañas proselitistas. Todos podrán recordar a Fernando de la Rua, quien fuera elegido presidente después de haber insistido reiteradamente que “se había preparado cuarenta años...”. Menos mal, porque podría haber sido todavía peor su brutal paso por la Rosada, dejando a la República al borde de la disolución y a su Pueblo en la más desoladora condición de empobrecimiento.

Sin embargo, se sigue utilizando la fórmula. Se continúa alzando la consigna de la supuesta preparación. Se insiste en poner por delante el presunto conocimiento, sin que se agregue a eso alguna demostración fehaciente de tales espertices. Se lanza el susodicho eslogan, antes de elaborar el mínimo esbozo de acercamiento a la realidad que deberá enfrentar de verdad. En realidad, la mayor parte de las veces, estos intentos de seducción electoral derivan de ambiciones personales, adornadas con frases conectadas a los sentimientos y necesidades populares, con poca implicancia con el estudio de la realidad que dice venir a cambiar.

Poco importarían esas actitudes, sino fuera porque están atravesadas por una baja capacidad analítica de la población en general, respecto a los significados de las políticas públicas que se necesiten y los diversos modos de encarar sus soluciones. La ciudadanía está mucho más preocupada, por efecto de otras tantas malas políticas, por sobrevivir ante los desmanes de la económía cotidiana, con lo cual se abandona el fundamental rol de vigilancia y prevención de los actos de los gobiernos que elige.

Ni lerdos ni perezosos, los autores primigenios de esos desmanes, los integrantes del Poder Real, se han asegurado la hegemonía mediática que les permite dominar las voluntades y alejar a “la gente” de la realidad convertida en papilla comunicacional de fácil digestión y cancerosa destrucción de las conciencias. En medio de ese aparente caos, surgen falsos liderazgos de opinión de otros tantos “profetas” del desprecio y la vanidad, a los que convertirán en supuestos “preparados” candidatos, con el agregado de la perversa intención destructiva que otros al menos no poseen.

Se acercan tiempos de cantos de sirenas. Se vienen días de preparativos electoralistas de donde emergerán como sapos en las lluvias este tipo de personajes, los unos peores que los otros, envueltos en convenientes mantos de olvidos de sus orígenes o escondidos en discursos altisonantes pero vacuos, destinados a sobar las espaldas de los desprevenidos para conquistar sus voluntades.

Ya no parece haber tiempo para nuevas oportunidades falsificadas. Resulta imprescindible volver a las viejas utopías con bríos renovados. Es momento de pensar y de sentir al mismo tiempo, reconduciendo las palabras a sus sentidos originales y perdurables, sopesando las virtudes declamadas con los hechos consumados. No es posible dejarnos reducir al triste papel de observadores de una realidad moldeada por los intereses de los poderosos que vacían nuestros bolsillos y nuestras esperanzas.

No puede aceptarse ya la resignación como única reacción a tanta desvastación premeditada, alzando la voz y las demandas para que gobiernen los (o las) mejores, aquellos y aquellas que nos brinden la oportunidad de ser protagonistas de la construcción de una Nación donde la palabra Patria deje de ser el vacio continente del engaño de los falsos “preparados”.

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