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jueves, 22 de septiembre de 2022

LÓGICA PATRIÓTICA

Imagen de "The New York Times"
Por Roberto Marra

Lo lógico” es una manifestación derivada del razonamiento humano, basado a su vez en la acumulación de experiencias que han generado leyes, modos y pensamientos convertidos en “sentidos comunes”. Sentidos que se ponen de manifiesto en las acciones que realizan los humanos en lo individual y en lo colectivo. Acciones que reflejan las relaciones de la sociedad con esos comunes denominadores que la cohesiona y le permite establecer parámetros para “medir” sus actos, determinando lo que está bien y lo que está mal, de acuerdo a esos criterios... “lógicos”.

La experiencia convierte lo que antes no se pudo prever, en algo que permitirá ser mejores a la hora de presentarse circunstancias similares a las que provocaron esa prueba. Claro que, para eso, deberá aplicarse la lógica de no querer repetir errores y, sobre todo, no sufrir sus consecuencias. Salvo que esos “errores” no hayan sido tales, sino “lógicos” resultados de engañosos métodos para el triunfo de ideas que se presentan previamente como panaceas, para luego señalar la culpabilidad de los malos resultados en otros actores sociales.

Esto es lo que sucede hoy día con el tema económico-financiero en Argentina, cuando se nos intenta convencer que el acuerdo con el FMI y sus consecuencias insalvables, es “la única solución posible”. Con la “lógica” de los poderosos, nuestros representantes políticos pretenden asegurar que el camino ya transitado de pauperización, retroceso y subdesarrollo es la condición previa al “crecimiento”. Con los abrazos con sus directivos y la obsecuencia hacia ellos, se pretende saldar un engaño manifiesto en las medidas antipopulares que se implementan para salvar la situación generada por el acto irracional de un enajenado que ocupara la Rosada antes de este período de gobierno.

La satisfacción que se nota en los funcionarios de economía, es un correlato de sus aceptaciones del papel subordinado que nuestra Nación está poniendo a disposición de las corporaciones transnacionales para que nos extraigan hasta el último gramo de petróleo, gas, litio, tierra y agua. La alegría dibujada en el rostro del embajador norteamericano demuestra que los beneficios, a pesar de los discursos sobre inversiones y desarrollos prósperos, tendrán destinatarios que no será, como debiera serlo, el Pueblo argentino. Al menos, en la dimensión que debiera, y menos aún, con la distribución equitativa que nos merecemos.

Entonces: ¿para qué el sacrificio de las fuentes de nuestras riquezas naturales? ¿En nombre de qué retorcida virtuosidad se nos obliga a aceptar que esta “lógica” es la que debemos seguir para alcanzar qué cosa? ¿Qué soberanía está puesta sobre la mesa de las negociaciones entre el ministro de economía y los poderosos empresarios con los que se reúne? ¿Con qué grado de independencia se podrá actuar en adelante, si se aceptan condicionamientos que la niegan? ¿Cuál es la justicia social que alcanzaremos con la entrada de “inversiones” que acabarán transfiriendo sus ganancias a sus paraísos fiscales, dejando por aquí la desolación de la tierra arrasada y algunos dólares en el Banco Central que sólo servirán para el pago de la deuda espuria (e infinitamente reproducida) que nunca contrajimos como Pueblo?

La cuestión es que si este gobierno, que fuera votado con la clara voluntad de devolvernos la dignidad nacional y sostener las banderas soñadas desde siempre por tantas generaciones, termina por generar acuerdos tan incoherentes con ellas, asusta pensar lo que haría un gobierno como el anterior, cuya única “lógica” es la entrega, llave en mano, de nuestro territorio y nuestro destino a la voluntad imperial y la de sus corporaciones. Lamentablemente, el resultado a largo plazo será similar, con diferencias insustanciales, con algunas dádivas al “pobrerío”, con mejoras aparentes o temporales en las arcas, pero con un destino demasiado oscuro para las generaciones que nos hereden.

Maquiavelo dijo alguna vez que “...un hombre prudente debe tomar siempre los caminos que han seguido los grandes hombres, e imitar a los que han sido más ilustres, para que, si sus capacidades no llegan a igualarlos, por lo menos se le parezcan un poco”. Eso sería, hoy día (y siempre), “lo lógico”. Ese es el camino que no se aborda, para continuar con las taras heredadas de los peores, acentuar sus perjuicios e impedir el auténtico desarrollo, el que nos contenga a todos equitativamente, el que genere felicidad popular antes que sólo alegría empresarial, el que asegure prosperidad sustentable antes que cuentas bancarias obscenas de unos pocos “ganadores” en esta guerra permanente contra las mayorías pauperizadas.

Tuvimos grandes hombres y mujeres que nos señalan esa otra lógica. Hicieron transformaciones tan trascendentes que perduran sus recuerdos todavía en quienes lo vivieron y en las generaciones posteriores. Tomarlas en nuestras manos, comprenderlas profundamente, renovar las formas manteniendo sus objetivos distributivos, sería el camino justo para alcanzar nuevamente el sentido común de los buenos tiempos, donde lo único “lógico” sea defender, a como de lugar, el continente de nuestros sueños justos, libres y soberanos: la Patria.

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