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jueves, 23 de julio de 2020

EL RANKING DEL ULTRAJE

Imagen de "El Litoral"
Por Roberto Marra
Mientras crece la preocupación por la pandemia en curso y su famosa “curva” ascendente, mientras la desesperación de los “runners” les hace salir a correr por las plazas y parques como si estuvieran en preparación para los próximos juegos olímpicos, mientras politiqueros en decadencia y “periodistuchos” sin prestigio profesional (y menos moral) continúan sus ridículas acusaciones de todo lo que suceda, al “kirchnerismo”, hay un sector de la sociedad, muy pequeño, casi ínfimo en el número de sus integrantes, pero enorme en sus influencias para la toma de decisiones de políticas económicas, que sigue acumulando fortunas y poder sin que nada ni nadie parezca que les afecte.
La habitual lista de “ricachones” que elabora la famosa revista Forbes a nivel mundial, también incluye a los integrantes “argentinos” de ese “selecto” grupo de enajenadores de la riqueza generada por la inmensa mayoría de sufrientes ciudadanos que, con sus trabajos y sus “necesidades” impuestas, alimentan a estos monstruos que todo lo succionan, como una enorme aspiradora de sudores convertidos en billetes que, inexorablemente, van a parar a sus arcas. Las visibles y las escondidas en “sus” guardas fiscales.
Las revistas que promocionan las andanzas de estos poderosos y sus familias, dan cuenta de los lujos y placeres que nos refriegan en nuestras caras, como clara expresión de sus perversiones. En esos pasquines de poca vergüenza y grandilocuentes fotografías impúdicas, el mediopelo argentino ve reflejada su pasión por alcanzar esos imposibles “status”, mientras lidian con el pago, cada vez más inalcanzables, de cuotas de ”colegios” privados, autos importados, barrios cerrados y otras yerbas similares.
Los “señores” y “señoras” de la alcurnia repugnante y la soberbia esquizoide, no se dan por enterados de los martirios de quienes ellos envían al cadalso diario del sacrificio vano para el goce de estos pocos malvivientes con ínfulas de superioridades adquiridas siempre por el pago de cómodas prebendas a “sus” jueces, “sus” fiscales y “sus” legisladores. Esa es la infantería de corruptos funcionarios que alientan y construyen leyes y poderes para seguir transitando el oscuro rumbo al abismo nacional, sabedores que sus “patrones” monetarios nunca caerán, jamás padecerán las consecuencias de todas y cada una de las fechorías con formas leguleyas que elaboran con la pasión de los obsecuentes y la mendacidad de los prisioneros de sus propias brutalidades.
Con sus poderosas “influencias”, derivadas de los temores que fabrican para estigmatizar a quienes se atrevan a intentar modificar un “centímetro” la realidad de sus poderes reales, logran el beneficio de contar en cada gobierno con algunas sillas al lado de quienes deben decidir las políticas públicas, a las que cargarán, lo quieran o nó los gobernantes de turno, con sus “necesidades”, siempre derivadas de sus profundos egoísmos.
Cuando han surgido, muy de vez en cuando, figuras políticas de relieves intelectuales superiores y liderazgos contundentes, hacen un doble juego de pinzas, tratando de “acoyararse” al nuevo gobierno popular, para no perder en el reparto de obras públicas (sus verdaderos objetivos y base fundamental de sus fortunas) y preparando, por otro lado, la destitución de ese gobierno “molesto” para sus ambiciones de crecimientos infinitos y poderes absolutos.
Golpes de Estado, asesinatos, genocidios, hambre y miseria generalizada, son lo común en cada uno de los estados de Nuestra América. Ahí han figurado siempre estos ladrones de esfuerzos y almas para financiar cuanta labor destituyente y destrucción de experiencias populares se haya querido gestar. Dueños de industrias claves para el desarrollo, propietarios de los medios de comunicación hegemónicos, seductores de cuanto imbécil crea posible vivir en una desigualdad opresiva y decadente, compradores de voluntades tribunalicias que les aseguren cortes supremas y cohortes de chupamedias en cada ámbito político, hacen y deshacen a sus antojos (y la del imperio de turno) la economía y las finanzas, promoviendo deudas que pagan los sometidos y gozan sus herederos.
Los orígenes sangrientos de sus fortunas no hacen mella en sus “espíritus” ambiciosos. Las cabalgatas al desierto que no lo era, produjo la aparición de una de las peores “pestes” de la historia nacional: los estancieros. Ellos y sus herederos se convirtieron en el caldo de cultivo de una sociedad amarrada a paradigmas obscenos y retardatarios. Los industriales que aparecieron mucho después, vinieron a completar las paginas de las revistas que los aluden como “héroes” de las finanzas. Mientras los obsecuentes, esa raza de malvivientes con pretensiones de gobernanzas que nunca ejercen de verdad, se quedan con las “propinas” que les arrojan desde las alturas del Poder Real los engreídos ladrones de vidas y bienes populares.
La mesa de la desgracia social está servida. En la cabecera, como siempre, están ellos, los poderosos. A sus lados, los cómplices necesarios para mantener sus dominios intactos. Y sobre esa perversa mesa del asco más profundo, desfilan las platos calientes de la indignidad y la prebenda. Afuera, detrás de los cristales del olvido, más allá del cómodo ambiente donde se desparraman caviares y champañas, les observan quienes jamás tuvieron la oportunidad de ser humanos, los miserables de todas las miserias, los que nacieron para sufrir las consecuencias de las riquezas de los ricos.
Tal vez solo estén mirando. Pero vale la pena soñar que tal vez estén acumulando fuerzas y consciencia, aprendiendo a conocer a sus enemigos, para elaborar el final de sus días de oprobio y completar la tarea imprescindible de construir una nueva vida, acabando con la estulticia de los obedientes, expropiándoles el poder a los poderosos y construyendo, al fin, la justicia social en una Patria soberana.

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