Definir
la vergüenza es relativamente fácil. Lograr descubrir tal
sentimiento en los miembros de organizaciones políticas que
adscriben a ideas antipopulares, conservadoras, conceptualmente
retrógradas o “reaccionarias”, es casi imposible. En estas
particulares personas, la idea de supremacismo que poseen por sobre
el resto de la sociedad, nos asegura que nunca habrán de mostrar
responsabilidades o culpas propias. Serán, eso sí, los que primeros
que estirarán sus dedos acusatorios sobre quienes se “atrevan” a
defender lo contrario de lo que ellos sostienen a rajatabla, aún a
sabiendas de estar en un error.
Por
estos tiempos de cambio de orientación ideológica en nuestra
Argentina, los anteriores ocupantes del poder político parecen haber
adquirido una extraña enfermedad, que les genera una amnesia
selectiva sobre lo realizado por ellos mismos hasta no hace más que
algunos meses. El virus del olvido de sus dichos y sus definiciones,
les hace decir algunas sandeces sobre las políticas que intenta
poner en camino la nueva gestión, utilizando el desconocimiento de
la realidad por ellos mismos promovido mayoritariamente en la
población, como método que les permita aparecer como defensores de
intereses opuestos a los que de verdad defienden.
Se
atreven, con el desparpajo de sus caras de piedra y sus voces de
cartón pintado, a opinar sobre ¡la deuda! Por increíble que
pudiera parecer, estos inútiles con patentes de diputados o
senadores, aparecen ofreciendo conferencias de prensa (la de ellos)
donde pretenden explicar la cuadratura del círculo de sus
obscenidades gubernamentales, para hacernos saber que lo que se
viene, gracias al “populismo” desenfrenado del nuevo gobierno, es
la catástrofe universal, las siete plagas egipcias y la hecatombe
nuclear.
Sin
otra forma de expresión, más que la del insulto a la razón de sus
escuchas, espetan sus retahilas de los enajenados mentales que
parecen, buscando el efecto desvastador del odio y el rencor
anticipado contra lo que ni siquiera a comenzado a desarrollarse
todavía. Los acompañan “sus” medios de comunicación, socios
inalterables en cuanta acción falsificadora de la verdad que sea
posible fraguar. Los ayudan también, algunos idiotas útiles que se
pretenden “ecuánimes”, poniendo las dudas por delante del
razonamiento lógico, acumulando confusiones en las debilitadas
comprensiones de las mayorías acostumbradas a las noticias
“masticadas” de antemano por esas pretensiosas “estrellitas”
periodísticas de la TV.
Le
demandan al Poder Ejecutivo actual un tratamiento del dramático
problema de la deuda que ellos generaron, que posibilite el pago
rápido de tales “obligaciones” espúrias creadas para el
sometimiento de nuestra Nación y el enriquecimiento de los
integrantes de ese gobierno asesino de pibes por hambre. Les exigen a
los ministros que ahora intentan ponerse al frente de una negociación
con muy poco márgen para maniobrar, que actúen según los
parámetros que les convengan a los acreedores, sus socios en la
“tormenta perfecta” con la que arrasaron a nuestra sociedad.
Nunca
tendrán vergüenza estos energúmenos provenientes de las castas de
ladrones de esperanzas, de las huestes de partidos inventados a
medida del Poder, o de otros que olvidaron sus orígenes para
convertirse en furgón de cola de ese tren de perversiones al que nos
subieron para delinquir con los guantes puestos, aplicando sus
escasas neuronas al desfalco y el atraso económico. No pueden sentir
rubor alguno, porque actúan con placer sus malditas provocaciones.
No saben de bochornos, porque solo manejan el idioma obsceno de la
mentira programada para robar las vidas ajenas, para someter a los
desvalidos y martirizar a quienes ni siquiera se pueden defender.
Hay
que soportar todavía sus apariciones en las pantallas del agravio y
la oscuridad semántica, refugio que les permite sostenerse en brazos
de los “gorilas” que los sustentan y de la claque que ni siquiera
sabe por qué aplaude a semejantes traidores a la Patria. Una Patria
que no reconocen como propia, acostumbrados como están a servir al
amo que maneja los hilos de sus palabras y sus actos antinacionales.
Una Nación que tuvieron a su merced durante cuatro años, pero a la
que crearon a su imagen y semejanza en el siglo XIX sus progenitores
ideológicos, origen indudable de sus engreimientos de poderosos,
caverna infernal de donde surgieron los odios que siembran a diario
para acabar con nuestros sencillos sueños de justicia social.
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