Imagen de "Revista Hamartia" |
Por
Roberto Marra
La
palabra obsesión deriva del término del latín “obssesio”, que
significa asedio. De eso se trata, justamente, el accionar maníaco
del Poder Real y sus medios hegemónicos sobre la figura del
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. La
animadversión demostrada en cada palabra, en cada gesto, en cada
maniobra que realizan, está construída en base a la caracterización
negativa que hacen de este emergente político de relevancia, que ha
venido a sacudir la modorra de esa actividad esencial de la sociedad,
con sus modos diferentes, sus expresiones derivadas de la comprensión
de la realidad sin el cedazo de la hipocresía que caracteriza a la
mayoría de sus actores.
Axel,
más que un simple gobernante, es un verdadero emergente de la
sociedad, una necesidad nacida al calor de la comprensión de los
ciudadanos de que la política no es ese hecho virtual que muestran
los medios, sino una acción derivada del honesto aprendizaje que
este activo personaje hizo y hace mezclado con su Pueblo, formando
parte de él, entendiendo sus demandas y actuando en función de
ellas y nó de las que le intentan imponer desde esos obsesos
integrantes de la oligarquía y sus maniáticos seguidores.
No
son idiotas estos mafiosos perseguidores de Kicillof. No forman parte
de un sencillo grupo de fanatizados anti-K, como suelen
autodenominarse los integrantes de esas osbcenas manifestaciones de
vejestorios mentales cuyas capacidades cognitivas son menores a las
de un chimpancé. No, estos integrantes del Poder Real saben a quién,
cómo y para qué perseguir. Poseen capacidades financieras
inacabables y respaldos imperiales que les proveen de la parafernalia
imprescindible para tratar de “torcerle el brazo” al gobernador
de sus pesadillas o, al menos, para acotar las posibilidades de
cumplimiento de sus objetivos de auténtica justicia social.
La
realidad paralela que construyen cada día a través de sus
titulares, tratando de hacer creer lo opuesto a lo verificable con la
simple mirada de los sucesos y demostrado con las explicaciones
simples del propio objeto de sus odios, resulta insuficiente para
acabar con este prodigio de la transparencia política, que desnuda
con sus palabras las falsificaciones emitidas desde esos oscuros
paladines de la comunicación tergiversada.
Pero
no se rinden los mafiosos mediáticos, ni permiten un minuto de paz a
las conciencias de los receptores de sus mensajes embrollados.
Acumulan horas de desprecios y malversaciones, de odios y rencores
sobre quien no lo promueve jamás, de enconos sin sostenimiento en
verdad alguna. Es que saben con quien se enfrentan, conocen de su
intelecto y la calidad humana que lo complementa. Intuyen las
perspectivas de crecimiento de esta figura distinta y renovadora,
presagian que su inserción en los corazones populares es más fuerte
que las de otros de su misma ideología, y necesitan “eliminarlo”
del futuro, acabar con su perspectiva de gigante de la historia,
aplastar sus planes de desarrollo, sacarlo del camino del progreso de
sus ideas entre el Pueblo que supo elegirlo.
Golpe
tras golpe, no cejan en sus empeños destructivos de la verdad,
asestándolos sobre quien más claro muestra la dirección de la
salida al drama económico, financiero y social que ellos ayudaron a
instalar en toda la Nación. Precisan acabarlo antes que empieze a
gobernar, antes que reúna la fuerza que, inexorablemente, le traerán
sus actos de nobleza política y la ética aplicada como nunca en la
relación con los gobernados. Buscan esmerilar esa relación que supo
construir con la sencilla fórmula de decir lo que piensa y hacer lo
que dice.
Ahora
es cuando se debe demostrar capacidad de análisis y de argumentación
por parte de quienes se dicen defensores de las históricas verdades
que nunca murieron, de las banderas que jamás se arriaron, del
recuerdo ejercitado en la acción de las luchas que construyeron la
salida del mugroso “túnel” en el que nos sumergieron los
malditos de siempre y las obnubilaciones de sus espejitos de colores.
Ahora es la hora de defender a rajatabla al pequeño gran hombre que
se asoma a la historia grande de nuestra Patria, aplastando a sus
feroces y obsesivos enemigos que son, inequívocamente, también los
nuestros.
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