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lunes, 9 de septiembre de 2019

EL DISCURSO DE LA ALTERNANCIA

Imagen de "Clarín"
Por Roberto Marra
La “alternancia” es una recurrencia permanente de ciertos actores políticos, no necesariamente pertenecientes a los mismos ámbitos ideológicos. Es una manifestación que se la escucha cada vez que entrevistan a esos personajes de la política empeñados en parecer más “demócratas” que sus oponentes, ofreciéndoles una participación en el devenir de los tiempos políticos que se sucedan, una especie de co-gobierno encubierto de “sana competitividad” electoral que, se supondría, traería tiempos de prosperidad inacabable gracias a la “buena costumbre” de pasarse el mando cada cuatro años.
Lo que nunca se explica, es cómo se podrían compatibilizar las propuestas que desde uno y otro lado se manifiestan claramente opuestas en sus objetivos y en sus procederes. Nadie termina por establecer algún criterio que permita pensar en la posibilidad de continuidad de la políticas aplicadas, cuando por un lado se expresan con procesos de crecimiento con inclusión social, y por otro con decrecimiento con postergación permanente de los beneficios para las mayorías siempre excluídas.

La historia ha demostrado que existen no más de dos proyectos de Nación, expresadas con claridad cada vez que asumieron las responsabilidades de gobernar. Sus bases doctrinarias son opuestas, irreconciliables desde lo ideológico, porque representan exactamente lo contrario una de otra. Incluso se lo advierte en sus posturas hacia el oponente, ya que cuando gobiernan los representantes de los sectores populares, se respeta absolutamente a quienes representan a las ideas contrarias, a veces, incluso, exageradamente, como con cierto temor reverencial hacia las clases dominantes.
Totalmente refractaria es la actitud de los sectores concentrados, de la oligarquía y sus adláteres, que ejercen el poder político con la misma saña antisocial con la manejan sus negocios empresariales. No habrá de su parte titubeo alguno para martirizar a la población con las peores lacras económicas, haciendo de la injusticia su particular placer revanchista contra las “masas” populares. Lo cual disimulan sus representantes con discursos almibarados, declamaciones de objetivos en los que no creen, ni sustentan con sus actos.
¿Cuál sería entonces la posibilidad de alternar entre uno y otro sistema de valores? ¿Cómo podrían compatibilizarse semejantes diferencias que proceden de forma tan antagónica? ¿De qué continuidad estaríamos hablando, salvo la institucional, que poco y nada significa si no va acompañada del sustento de los procederes que aseguren las conquistas populares y, con ellas, el camino hacia el desarrollo virtuoso de la Nación?
La cacareada “alternancia”, parece más una demostración de debilidad ideológica que de sabiduría existencial. Asemeja más a una pose que intenta asegurar la complacencia de esos sectores sociales llamados “independientes”, que resultan ser altamente dependientes de los que digan los poderosos, a quienes admiran e imitan. Lo cual indica que poco éxito se tendrá en obtener sus “favores”, salvo por la conveniencia temporal, tan efímera como sus devaneos ideológicos.
Imposible pretender una alternancia sin perder algo o todo de lo construido. La continuidad de un proyecto nacional y popular demanda permanencia, un tiempo imprescindible para establecer una nueva cultura política y social, para elaborar otra conciencia respecto al desarrollo, sustentado en valores que no pueden modificarse cada cuatro años, solo por darle la oportunidad a los enemigos de ese proyecto de desarmarlo y acabar, por enésima vez, con las ilusiones de una Patria justa, libre y soberana.

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