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miércoles, 5 de junio de 2019

EL PARADIGMA DE LA PELOPINCHO

Imagen de "Farsa Mag"
Por Roberto Marra
Paradojas de la crisis: nos estamos hundiendo y Pelopincho no puede vender una pileta. Todo un simbolo de la decadencia económica y la destrucción social que padecemos, gracias a la “invalorable” acción depredadora del “tren fantasma” macrista que atraviesa la Nación, arrojando los restos de justicia y dignidad a los caranchos fondomonetaristas, profundizando los desmanes que siempre provocaron sus integrantes a lo largo de la historia, desandando el virtuosismo de los años previos, anudando los entramados financieros de la evasión y el vaciamiento del Banco Central, convertido solo en receptáculo de la especulación bicicletera de los poderosos del Mundo.
Nadamos contra la corriente en un río de padecimientos, caudaloso y veloz, que arrastra los restos de lo que fuera una ilusión de Patria soberana hacia el desaguadero de la desaparición nacional, hacia el mar de la desesperanza, el oscuro abismo donde la inconsciencia de muchos permitió la llegada, a fuerza de inflar globos de colores falsos como sus conductores. Un remedo de “Arca de Noé” al revés, donde nos empujaron para enviarnos al infierno a los impávidos observadores de la fiesta oligárquica desatada con todo su enceguecedor resplandor de mentiras y abandonos.
Miles de quejosos recorren las calles, tras más de tres años de cumplidas cada una de las advertencias. Miles se amontonan en las puertas de las fábricas cerradas, suplicando trabajos que los poderosos no quieren que existan, porque no los necesitan para embolsar los millones de sus especulaciones financieras. Otros y otras se cobijan como pueden bajo los puentes construídos solo para solventar ganancias espúrias de los amigos y familiares del presidente. Muchos más van hacia los comedores de la vergüenza nacional en un País de tierras ubérrimas, para recibir la dádiva de la polenta o el guiso sin carne, rodeados de pampas con millones de vacas.
En medio de semejante implosión social, sabedores de estos y tantos otros dramas padecidos por la mayoría de la población, los prebendarios de siempre, los vulgares representantes de sí mismos, los apestosos personajes de las peores comedias de enredos politiqueros, los cómplices de los vendepatrias en el intento de destruir de raíz al “populismo” que tanto odian, se lanzan a la aventura de pretender dirigir este caos, pero no hacia la libertad ni el desarrollo, no hacia la independencia de los “mercados”, sino en busca de la consolidación del despojo, para asegurar la profundización de la miseria y la entrega al imperio decadente, “llave en mano”, de toda la Nación desvencijada.
Sueñan con culminar su tarea más que centenaria, aquella vieja fascinación de colonia proveedora de trigos y vacas, la paupérrima misión de no ser nada más que furgón de cola de un Mundo “superior” y absoluto. Ansían acabar con las pasiones populares, con destruir las utopias libertarias, con sentenciar a muerte las ilusiones soberanas. Predican horrores como métodos de escarmientos ya probados, asustan con balas y palos contra los rebelados mas conscientes, vallan las plazas de las protestas y reclamos con rejas cada vez más altas.
Nunca entendieron la razón de la resistencia y la lucha de los desesperados. Carecen de lo fundamental para hacerlo: perdieron hace muchas décadas los últimos vestigios de humanidad en sus entrañas, abandonaron los pocos atisbos de coherencias y renegaron de la realidad, tapada por una lluvia permanente de falacias elaboradas por sus cuadros mediáticos más conspicuos y vulgares.
Van camino al escarmiento. Se dirigen hacia el cadalso de la verdad rebelante. Están atravesando la nube de la desesperación y el abandono del barco de sus especulantes y ocasionales aliados. Cavan cada día más profundo la fosa para sus ilusiones de eternidad gobernante. Pero intentarán evitar sus posibles caídas con las peores armas, socavarán en lo que puedan las esperanzas de unidades renovadas, dirigirán todo su arsenal contra el estigma que los enciende, que los apabulla cuando habla y cuando calla, buscando con sus oscuros jueces y fiscales encerrarla tras las rejas de la fábula difundida hasta el hartazgo por su ejército de papanatas mediáticos.
Será inútil. Porque más temprano que tarde, como dijo aquel gran chileno, “se abrirán las grandes alamedas” para el paso de un Pueblo necesitado e imparable, listo para levantar del suelo la esperanza y echarla a volar por las conciencias, libres de globos y falsías desalmadas. Y también para reabrir las fábricas cerradas y volver a darse chapuzones de alegrías postergadas, en una enorme Pelopincho, nacional y popular.

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