Parece
existir cierto regodeo masoquista en los opositores al gobierno
cambiemita, cuando observamos en las redes sociales y en las páginas
de algunos periódicos la mención permanente de los y las peores
representantes de la ideología que sustenta a esa runfla de
obcecados vendepatria que se empeñan cada día en superarse en los
daños provocados a la sociedad. No hay día ni hora en que no se
reproduzca la opinión de algunos de esos energúmenos mediáticos,
los “famosos” de los cuales parecemos depender para elaborar el
estado de situación en que nos encontramos.
Como
si se tratara de eruditos, de sabios intelectuales o profundos
analistas de amplios conocimientos y experiencias, se multiplican sus
palabras hasta el paroxismo, haciendo, sus víctimas, de
distribuidores gratuitos de sus malversaciones de la realidad, las
que generan como producto de lo único que parece moverlos en sus
cómodas vidas: el interés individual.
La
ubicación ideológica de esos personajes de tan baja calidad moral y
siempre de tan alta retribución material, los hace particularmente
odiosos y réprobos, por lo cual no merecerían ser expuestas sus
diatribas feroces más de lo que ya resulta insoportable en los
medios del Poder. Sin embargo, a cada minuto nos llegan videos o
imágenes de esas insoportables arengas antipopulares,
particularmente antiperonistas, especialmente clasistas y de tinte
oligárquicas, provocando repulsas pero incidiendo, se quiera o nó,
en la percepción de los hechos y de las personas atacadas por sus
impúdicas manifestaciones de odios incontrolables.
Nombrarlos
sería generar mayor difusión de sus “famas” de cartón pintado.
Multiplicar sus mensajes, es la demostración del poder de los
mentimedios sobre las conciencias ciudadanas, bombardeadas con el
perverso placer de los imbéciles con aura de inteligentes que
dominan las pantallas a cada hora. Pretender motivar el desprecio a
sus mensajes repugnantes es el motivo estéril de quienes, siendo
contrarios a ellos, los reproducen en sus redes.
Son
herramientas para conducir los pensamientos de quienes no buscan
pensar por sí mismos, ni formar parte del colectivo social al que,
por sus condiciones, pertenecen. Son la frutilla del postre de la
ignorancia provocada y sostenida para evitar la comprensión
mayoritaria de una realidad tergiversada y desmenuzada, hasta hacerla
inasible para quienes solo pueden atinar a buscar sus sustento diario
como único acto posible en sus vidas cotidianas.
No
hay disculpas para los repetidores de sus mensajes, cuando comprenden
sus significados reales. No tiene sentido alguno difundirlos, más
todavía de lo que ya se hace, si se es capaz de ver la verdadera
dimensión del daño que provocan, horadando las neuronas maltrechas
de los desnutridos sociales (y materiales) que son cada vez más en
nuestra Nación.
Es
repulsivo observar tanta asquerosa manifestación de desprecios
instalada como verosímil en las pantallas, generando tanta
obturación del futuro y tan inútil pérdida de tiempo en los que
creen que pueden dañar a quienes tienen demasiada cercanía a los
poderosos, que los mandan al frente del ataque despiadado hacia el
campo popular, a sabiendas de la obnubilación que provocan sus
figuras de injustos “prestigios” fabricados para la ocasión.
Abandonar
la actitud de esclavos repetidores de lo que el Poder desea difundir,
es la tarea primordial de aquellos y aquellas que pretendan colaborar
con el fin de tanta miseria consumada. Es el deber inapelable de
quienes se sientan parte de un proceso que culmine con la expulsión
de los gobernantes apátridas y sus secuaces, dándole vida a un
nuevo tipo de comunicación, donde la palabra valga por su relación
con los hechos reales, transformándose en el vehículo solidario que
sea capaz de devolvernos la certeza en los sueños justos que nos
robaron, con sus odiosos mensajes, los cómplices mediáticos de los
autores de todas nuestras desgracias.
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