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domingo, 12 de mayo de 2019

LA LÁMPARA DEL LADINO

Imagen de "Areajugones"
Por Roberto Marra
Hace muchos años, nacía en el seno de una familia constituída por un padre dedicado a los negocios inmobiliarios y una madre hija de un acaudalado estanciero, un niño muy especial, quien ya desde sus primeros días manifestaba las que serían, en adelante, las marcas fundamentales de su existencia: el desprecio y la mentira.
Se crió rodeado de oropeles, de una fortuna conseguida por los antepasados de su madre, a costa del robo de tierras y el genocidio de los primigenios habitantes de esas vastas extensiones pampeanas, al tiempo que recibía el sedimento dejado por los “raros” negocios de su padre, en los que primaban la facilidad para adquirir bienes y construir fortunas “ganando” licitaciones.
Adquirió, tal vez por la enseñanza directa de su progenitora o tal vez por la innata condición de sus genes, una personalidad agresiva, carente de sentimientos nobles, profundamente hiriente con sus congéneres. Su paso por las aulas fue siempre rápida, con el camino allanado (se dice) por las “aceitosas” condiciones que lograba su padre con los directivos de esas casas de estudio. Aunque esto fuera poco fácil de comprobar, con el tiempo sus falencias intelectuales se manifestarían con crudeza, señal inequívoca de su falsa preparación, carente de esfuerzo alguno.
También se habla, entre sus compañeros de escuela, de una notable cantidad de actos vandálicos contra algunos de ellos. Puede que por imitar a sus padres o derivado de las enseñanzas del hermano de su padre, quien dejó huellas indelebles en su psiquis, preparando lo que sería, más adelante, el personaje avasallante y antisocial que padecerían millones de personas.
Un día, este niño, que era profundamente vago y pasaba sus días buscando donde hacer daño para satisfacer sus ansias de sentir placer con las desgracias ajenas, encontró entre viejos trastos guardados en un galpón de la estancia de su abuelo materno, una lámpara arrumbada, llena de polvo y grasitudes. Poco proclive a trabajar, ni aún en lo más elemental, sin embargo esta lámpara llamó demasiado su atención, lo suficiente como para hacer el esfuerzo de limpiarla y ver como era en realidad.
Cuentan que, al hacerlo, un enorme “Genio” salió de esa lámpara, llamándolo “Amo” a este pequeño satanás en potencia, ofreciéndole cumplir con lo que él le pidiera. Lejos de asustarse, enseguida intuyó los beneficios que podría obtener de semejante descubrimiento y, sin mediar tiempo alguno, le soltó su primer pedido: ser millonario. El Genio le dijo que ya lo era, por lo cual tendria que pedirle otro deseo. Entonces le solicitó ser poderoso y dominar a todo el País. El Genio le dijo que su deseo sería cumplido, pero cuando fuera mucho mayor. Molesto por tantas trabas a sus exigencias, le ordenó al Genio que le hiciera obtener un titulo sin estudiar, pero el aparecido le manifestó que de eso ya se estaba ocupando su padre. Enfurecido, lo comminó a concederle el deseo de convertir en pobres a la totalidad de los habitantes de la Nación. Pero el Genio en cuestión le dijo que había límites para los deseos, y eso no estaba en la lista de los permitidos.
Cansado de tantas negativas, tomó un martillo y aplastó la lámpara hasta hacerla casi una fina chapa. El Genio se vio perdido, imposibilitado de regresar al cobijo de su hogar milenario, huyendo del lugar sin rumbo cierto. El niño, satisfecho con su nueva maldad, continuó con la que sería una vida de continuos lujos y placeres basados en el despojo y el odio, lo cual lo llevaría a ocupar altos cargos empresariales y alcurnias sociales, siempre heredados y sin esfuerzo alguno.
Años después, habiéndo cumplido su deseo de dominar el País haciéndose elegir presidente, lo cual logró en base a una enorme cantidad de mentiras y promesas falsas, el Genio, que había estado observando todos los desatinos cometidos por quien le quitara su hogar eterno, buscó la manera de vengarse. Volando presuroso, llegó hasta la mujer que más odiaba el “niño presidente”, la que había sido tan denostada por él hasta hacer que fuera considerada culpable de los males que él mismo generaba.
Le contó las peripecias vividas con el nefasto personaje que lo habia sacado de su lámpara y le prometió que la ayudaría a liberar a la Nación de semejante engendro, cumpliéndole el deseo que ella le solicitara. Pero, al escucharla y observarla, supo reconocer en esa dama todas las virtudes necesarias para vencer, sin necesidad alguna de su ayuda. Pudo sentir la fuerza y la pasión encerrada en tan bello continente, comprobó que brotaba de sus labios el conocimiento que ni él mismo comprendía, y solo pudo pedirle que lo ayudara a volver a la dignidad que le había quitado el oscuro “niño presidente”.
Un año después de aquel encuentro, la mujer en cuestión apareció ante un inmenso auditorio, sonriente, feliz de mirarse en los ojos de tantos que la habían dejado de lado, reflejada en las miradas de tantas personas que le manifestaban su admiración y amor incondicional. Allí, ante todos ellos, abrió un simple libro de tapas azules, convertido ahora en el hogar de aquel genio que encontró la morada ideal para cumplir los deseos de la mayoría, a través de cada una de las palabras escritas por esa prodigiosa mujer. Y sintió que el final del ladino que lo sacó de su lámpara, estaba por llegar.

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