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jueves, 9 de mayo de 2019

LA HORA DE LOS "ANORMALES"

Imagen de "La Onda Digital"
Por Roberto Marra
La “normalidad”, esa definición tajante de las características físicas o psíquicas de las personas, de sus acciones y pensamientos, es utilizada por quienes detentan el Poder para categorizar a los individuos, sectorizarlos y segregarlos, siempre que les resulte útil y necesario para mantener o acrecentar los beneficios de los que se apoderan en virtud de sus preeminencias sobre el resto de la sociedad.
Esta perversa manifestación del dominio masivo por parte de unos pocos creídos de sí mismos, está presente más que nunca en los gobiernos de carácter oligárquico, ámbito más que propicio para engendrar este tipo de compartimentaciones sociales, donde el valor de los seres humanos se mide solo por lo que pueda producir o por la acumulación de bienes que posea.
En base a esas restricciones, todo lo que quede por fuera de esos límites establecidos por la saña feroz de los integrantes de esa clase putrefacta, será estigmatizado como “diferente” a lo “normal”, valor únicamente expresado por sus propias personas, puestas como ejemplos a imitar por el resto de los atribulados ciudadanos, considerados casi como “errores” de la naturaleza.
Todo ese andamiaje de valores estructurados para la dominación, estalla por los aires cuando comienzan a descubrirse las reales calañas de semejante rejunte de pretendidos “normales”, cuando los pequeños restos de dignidad que quedan en el ámbito del Poder Judicial hacen su trabajo y ponen sobre la mesa las verdaderas índoles de esas personas, mostrando los sucios “trapos” que escondían para conveniencia de sus dominios que, además, pretenden eternos.
Lo “normal” de esos personajes es la “anormalidad” moral, lo antiético, la manifestación permanente del desprecio que sienten por los mínimos atisbos de lo popular, que para ellos es lo “grasa”. Aún cuando nada puedan esconder ya de sus actos espúrios, de sus robos y prebendas, de sus deshumanizantes actos antisociales, continúan exhibiendo con soberbias intolerables sus repugnantes teorías “lombrosianas”, apoyados por la pata mediática (de la que son propietarios), que es la que genera la adhesión a sus oscuros argumentos por parte de los mismos segregados, como aceptando sus inferioridades respecto a esos individuos malévolos que los apabullan con sus manifestaciones arrogantes de fortunas mal habidas y vidas de opulencias insoportables.
Hay algo peor que la dominación de unos sobre otros, y es la aceptación por el dominado de su supuesta condición inferior. Es un “trabajo” que se despliega desde las pantallas de la diaria indignidad ciudadana, con esos ridículos conductores de falaces programas periodísticos o de entretenimientos, base primordial de la formación de las conciencias imbecilizadas de las mayorías. Es desde allí que se conforma la claque permanente que reasegura el regreso de los “normales”, cada tanto, a ejercer la conducción de las instituciones de la “democracia”, otra falacia más en la construcción del ideario que solo sirve para la continuidad del status quo.
Entonces, lo “normal” es la pobreza, la miseria, la desocupación, el sufrimiento, el hambre. La “normalidad” pasa por servir al poderoso, por aceptar superiorides imposibles, por atender las razones de quienes promueven el odio sin motivos reales, por ser parte de una masa descartable de seres humanos, a quienes solo se les permite soñar con lo que nunca tendrán, porque así lo ha dispuesto un enaltecido “Dios... mercado”.
Es tiempo de desatar lo anómalo. Es hora de producir lo inusual. Se hace imprescindible construir una nueva era, donde los otrora “anormales” arrasen con las “normalidades” impuestas por los creídos “normales”. Es necesario crear otra sociedad, donde manden la solidaridad y la equidad, donde se eliminen los privilegios de aquellos que se creen depositarios de falsos designios divinos, cambiando el sentido mismo de las razones de la existencia de la sociedad, modificando de raiz los preconceptos elitistas, arrancándoles el poderío devenido de sus fortunas mal habidas y sancionando sin miedo a los autores del genocidio social escondido detrás de su obscena “normalidad”.

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