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Por
Roberto Marra
Los
“socialistas”, estos “pajes” de la oligarquía disfrazados de
“progresistas”, pertinaces gobernantes de la Provincia de Santa
Fe durante los últimos doce años y de la ciudad de Rosario por
treinta, están empeñados ahora en la búsqueda de su continuidad en
peligro. Lo han logrado siempre apareciendo como opositores a todos,
pero negociando por debajo de la mesa sus verdaderos sostenes
financieros e ideológicos, provenientes de ese paradigmático centro
del neoliberalismo con sede en Rosario, la fundación Libertad.
Juegan
un poco con unos, un poco con otros. Se muestran como “policías”
malos y buenos para construir vaguedades ideológicas de efectivos
resultados electorales y métodos de gobierno con máscaras populares
con las que sostienen sus objetivos de ilimitada permanencia en sus
rinconcitos de pequeños poderes, atascando al futuro en el laberinto
de artimañas con el que, a pesar de todo, aun logran convencer a
multitudes de votantes.
Se
caracterizan de opositores para mostrarse ante el electorado como
alternativa a sus socios oligárquicos no declarados, tapando sus
pieles de “gorilas” con algunas mieles “populistas” que les
atraigan votos de los embaucados por los medios, “aceitados”
convenientemente desde hace años con pautas de montos notables a
periodistas de morales desiertas.
Pero
antes caminaron junto al macrismo por la cornisa del insulto y el
desprecio a los logros del anterior gobierno popular. Escudándose en
la ridícula “gobernabilidad”, junto a los traidores que ofician
de supuestos opositores de orígen “peronista”, contribuyeron a
la caída más brutal de nuestra economía y, sobre todo, al
empobrecimento más espeluznante jamás conocido en tan corto lapso
de tiempo.
Estos
personajes, en general de extracción universitaria, no son tontos.
Saben que, como lo sostenía Sun Tzu en “El arte de la guerra”,
no hay mejor defensa que un buen ataque. Entonces arremeten con furia
sobre los candidatos rivales, tratando de generar el regreso del odio
irracional sobre ellos y, sobre todo, sobre la máxima líder de la
oposición, a quien intentan combatir con ridículas alianzas con
personajes gastados de la politiquería mediatizada.
No
son gobiernos. Son negocios con forma de gobiernos. Son creación de
una casta de “políticos” profesionales, acríticos del Poder
Real, peones con cierta autonomía, marionetas de espasmódicos
movimientos hacia el lado contrario del que dicen defender. Pero son
eficaces, mucho más que quienes, provenientes de las filas del más
popular de los movimientos nacionales, parecen siempre querer
desplazarlos, pero terminan alimentando sus triunfos en base al
olvido de las más elementales bases doctrinarias, perdidas entre las
copias de los métodos del enemigo o abandonadas en busca del
calorcito del pequeño beneficio individual o grupal.
Estos
falsos “socialistas”, que denostan el origen virtuoso de esa
palabra, están otra vez en busca de la renovación de sus
prebendarios espacios. Y será dificil impedirlo si, quienes se
suponen opositores, actúan con sus mismos modos, se manifiestan con
idénticas simulaciónes, olvidan sus banderas originarias y solo
sonríen para la foto, ese estúpido instante en que se abandona a su
suerte a la esperanza popular.
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