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Por
Roberto Marra
Llegó
el alivio al bolsillo del caballero y a la cartera de la dama. Se
aliviaron las estanterías de los supermercados, a sabiendas de la
pronta llegada de multitudes de compradores. Aliviados, los
empresarios respiraron más tranquilos, preparándose a realizar los
innumerables pedidos que seguramente les llegarán. Aliviándose, los
taxistas se acercaron a las paradas de costumbre, vislumbrando
decenas de posibles pasajeros para acarrear las miles de compras que
les permitirán el alivio de las rebajas de precios dispuestas por
las aliviantes medidas dispuestas por los funcionarios del gobierno
aliviador.
Nos
aliviamos al ver las aliviadoras decisiones dirigidas a los
jubilados, que ahora podrán pagar sus facturas de servicios públicos
gracias a los aliviadores créditos que les otorgará la ANSES. Más
aliviados estarán los receptores de otros préstamos, destinados
para construir sus futuras viviendas. Es cierto que los intereses del
cincuenta por ciento son un poco altos, pero aún así es un alivio.
Al menos para los sufrientes funcionarios que los cobrarán.
Muchos
alivios no sentirán los consumidores de carne, sabiendo que ahora
solo podrán acceder a precios muy económicos de ese alimento tan
esencial para los argentinos viajando kilómetros y tomarse el
aliviador tiempo de espera en las colas que se producirán hasta el
sorteo de los pocos kilos a repartir por día. Pero veamos el lado
positivo, en la necesidad de bajar el colesterol, gracias a la
aliviadora decisión del gobierno que nos alivia la mesa de esa masa
de grasas saturadas, alejándonos del mal camino alimenticio y
aliviando futuras afecciones físicas.
Cierto
es que los alivios decididos desde la genialidad de los expertos
economistas que rodean al presidente, no parecen tener la amplitud y
profundidad que requiere la situación de la población. Pero es solo
una sensación pasajera, que se aliviará, más temprano que tarde,
gracias a la implementación de sesudas disposiciones que nos
llenarán de deudas... pero para después de las elecciones. Es otra
cosa, muy aliviante, saber que tenemos todo ese tiempo para
reflexionar sobre las bondades de un sistema que ha logrado reducir
el número de pobres, por ejemplo, en la Av. Corrientes de Buenos
Aires, gracias a modernos métodos importados que impiden el acceso a
la mala costumbre de algunos de esos pordioseros de pretender
alimentarse de la basura para aliviar sus desnutriciones crónicas.
Pronto
llegará el momento de tomar nuestras aliviadoras decisiones
electorales. Allí tienen apostadas todas sus esperanzas los
aliviadores de nuestros bolsillos, pretendiendo renovar la
generosidad de los votantes con sus aliviantes espasmos
antipopulistas. Pero nada es eterno, salvo la perversión de estos
personajes que, aunque algo tarde, descubrimos ahora que solo se
alivian cuando impiden el alivio ajeno.
Así
las cosas, vamos camino al alivio final de tantas manifestaciones de
odios inconscientes, de tantos dolores nunca aliviados, de tantas
mentiras acumuladas, de tantos ascos contenidos. Será el dia en que
vomitaremos nuestro alivio con los votos por una nueva vida,
decididos a ser dueños de elegir nuestro destino y construir un gran
dique aliviador de las injusticias, que no deje pasar nunca más a
los asesinos de nuestras esperanzas. Eso solo, ya será un gran alivio.
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