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viernes, 15 de marzo de 2019

EL "PROCESO" DEL ODIO

Por Roberto Marra
Los daños producidos por el actual “proceso” político y económico, ha producido daños incluso superiores al de aquel de los años '70 con sus 30.000 desaparecidos. Sin el uso de ese sistema aberrante para eliminar adversarios ideológicos, ha promovido, en cambio, otro de similares objetivos, pero con menos sangre (visible) derramada. Y lo ha hecho a través de una elaborada metodología de creación de paradigmas basados en la generación y expansión de un sentimiento ínsito en la condición humana: el odio.
A partir de allí, se desató una persecusión donde el rencor sin base en realidad alguna a miembros del gobierno anterior, la inquina a personas que sostienen la defensa de lo actuado por ese gobierno, el desprecio y la animadversión hacia quienes, simplemente, manifiesten alguna mínima oposición a las bestialidades económicas y sociales cometidas por los actuales ocupantes de la Rosada, desatan una andanada de insultos que convierten la calle, los medios y las redes informáticas en cloacas verbales, donde ya nada tiene que ver con lo humano, más que las formas de quienes ejercen semejantes bajezas inmorales.
El odio se ha generalizado de tal forma, que ha logrado postergar la realidad, poniendo por delante la “necesidad” de acabar con ese enemigo inventado, para desviar la atención de las inacabables aberraciones gubernamentales. Todo resulta útil para los planes del Poder, que mueve los hilos de esta pantomima con la ventaja de la impunidad asegurada con “sus” jueces y fiscales. Todo se acrecienta con el único objetivo de la continuidad de sus enriquecimientos ilícitos, con la complicidad de los miserables escribas de sus mentimedios.
No tienen límites para actuar de esa manera estos representantes de la degradación social. No hay quien se salve de sus diatribas cuando necesitan vomitar sus abominaciones expresivas. Dejan cualquier condición del odiado en cuestión, de lado, con tal de mostrar sus desprecios, tratando de alterar al oponente, de convertirlo en objeto de burla y fobia, de pisotear su intimidad, de potenciar sus males y humillarlo hasta su muerte, si fuera posible.
Se alegran, ahora, con la enfermedad de la hija de la ex-Presidenta, vociferan sus excreciones maléficas, se regodean con los sufrimientos del objeto de sus sueños de odiadores ilimitados, ríen satisfechos por el logro de sus deseos convertidos en realidad. Serpentean sus cóleras en comentarios despreciables, revuelven el cuchillo del odio en la herida que creen mortal para su enemiga ideológica.
Peores que los propios envenenadores de sus conciencias, estos desclasados y mediopelos, enfermos de la peor de las enfermedades, se convencen entre ellos de sus razones irracionales, aumentan sus anhelos del fin del ”populismo”, se sienten ganadores de una guerra a la que (no alcanzan a ver) le faltan muchas batallas. Sostienen gozosos las banderas que les colocan los ridículos personajes televisivos que ofician de “comunicadores” de verdades inventadas para la ocasión, de mundos creados para cebar su rabia deshumanizada.
No hay retorno para semejantes extravíos de la moral. No existe perdón alguno para tales manifestaciones de aborrecimientos sin sentido. No puede haber olvido de los padecimientos sufridos en base al odio programado. Y no debe existir la impunidad para los perversos que le dieron orígen que, más temprano que lo que sus enfermas conciencias lo crean, pagarán ante una Justicia renovada y popular, las atrocidades cometidas a nombre de la libertad que nos quitaron.

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