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lunes, 21 de enero de 2019

LA MALDAD CONCENTRADA

Imagen de "Barthestudios"
Por Roberto Marra
Un informe de la organización internacional “Oxfam” revela que, en el 2018, solo 26 personas, las más ricas del Planeta, acumularon una fortuna equivalente a la de las 3800 personas más pobres, más de la mitad de la población mundial. La aceleración de la concentración la demuestra el hecho que en 2017, esa fortuna estaba en manos de 43 personas. En Argentina, para no ser menos, se ha repetido el fenómeno, trasladando las pérdidas sufridas de los sectores más pobres, por efecto de la aplicación de las políticas del macrismo, a las ganancias de los grandes ganadores de siempre, la aparentemente sempiterna oligarquía.
Claro que no hay que realizar grandes investigaciones para darse cuenta del latrocinio que se ha venido sufriendo de manos de estos “iluminados” conservadores, cuya única misión parece ser la de elaborar métodos de empobrecimiento, combinados con la complacencia inducida de los empobrecidos, sometidos a la guerra mediática que ha logrado lo que una dictadura no pudo.
Lo imposible elevado a la categoría de certeza absoluta, permite contener rebeliones y aplacar ánimos que acumulan sobre la caldera del robo sin tapujos que materializan cada día, asustando a los sometidos con regresos al pasado que les permitía ser felices cuando no debían, cargándoles las bolsas de miedos a la verdad vivida sobre sus espaldas desconectadas de sus cerebros, deslumbrados con patrañas elaboradas, justamente, desde aquellos lugares de concentración del Poder mundial que supervisan a sus gerentes locales.
Como en una película de terror, las escenas de dolores y padecimientos ilimitados se suceden sin que los observadores reaccionen más que con alguna expresión de lástima, sentimiento que anula el razonamiento rebelante necesario para modificar las cosas. Ni lo lejano ni lo cercano mueve demasiado el “amperímetro” de la resistencia, concentrada solo en grupos de esclarecidos ciudadanos que han sabido superar el muro de las falsedades mediáticas.
Los inundados del litoral y norte argentino solo son presentados como producto de desgracias climáticas. Todo viene del cielo, cae por la buena o mala fortuna, se materializa de la nada. La magia como explicación de la brutalidad oligárquica, mostrada con cierta molestia por el periodismo cómplice, más entusiasmado por relatar las aventuras veraniegas de los “ricos y famosos”, que en chapotear sobre las aguas arrasadoras de tantas vidas atrapadas en la telaraña del olvido y convertidas en simples números de la insensibilidad de los poderosos.
Los despedidos sirven para llenar algunos espacios noticiosos con revelaciones de lo evidente que se prohíbe mostrar. Las persianas bajas, los carteles de alquileres o ventas de locales, la multitud de pibes vendiendo baratijas con sus madres, los abandonados de todo abandono durmiendo bajo los aleros de la desesperanza, son tratados como simples relatos de los que “no entienden” la “virtuosidad” del sistema imperante, esta fábrica de sueños de derrames imposibles y miserias aseguradas.
Colgados del último vagón del tren de la riqueza mundial, los aprendices argentinos de dueños del Planeta transitan el final de su primer período al frente de un gobierno electo. Que sea el último es la esperanza de los que quedamos vivos y pensantes. Que se atasquen en la recta final antes de su fraudulenta esperanza de urnas trampeadas, es la misión que nos debemos. Que se muerdan la lengua venenosa que los envíe al infierno de donde salieron, es solo una fantasía silenciosa de un Pueblo acobardado de tantas elucubraciones deshonestas de falsos opositores, sabandijas similares a los odiosos ostentadores de fortunas robadas a los pobres.
Es necesario construir el final de esta etapa repugnante y oprobiosa, transformarnos en ejemplo para los pueblos miserabilizados del Planeta, romper con el miedo a la rebelión imprescindible de los desarrapados, dar el puntapié inicial para este partido que debemos ganar por goleada. Por nosotros, por los inundados, por los vendedores de baratijas, por los comerciantes sin comercios, por los obreros sin fábricas, por los infelices durmientes de bancos de plazas, por los maestros degradados. Y por la memoria de quienes supieron construir, en otros tiempos no tan,lejanos, las bases de una sociedad alejada de tanta insolencia cotidiana de los malditos oligarcas.

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