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jueves, 6 de diciembre de 2018

LA FELICIDAD DEL GATILLO FÁCIL

Imágen de "Página12"
Por Roberto Marra
Uno de los mitos más desarrollados y difundidos de la conformación de lo que hoy es Estados Unidos, es el del Far West. Mezcla de realidad y fantasía, el cine se encargó de mostrarle al Mundo un orígen heroico de aquellos tiempos de apropiación por la fuerza de inmensos territorios pertenecientes a los pueblos originarios, avasallados por inmigrantes del este al oeste (increíble paradoja con la actualidad contraria) que tenían en el uso de las armas su principal apoyo. El nacimiento forzado por la fuerza de la muerte de los “indeseables” dueños de la tierra invadida, dio paso a un paradigma fundacional para aquella nación del norte, donde las armas son la única razón y justicia para la mayoría de la población dominante.
También en nuestra tierra se produjeron hechos similares en cuanto a la apropiación ilegítima de los territorios por los “ganadores” del proceso de nacimiento de nuestra Nación. Allí se anotaron muchos apellidos que perduran hasta hoy día, formando parte de la elite oligárquica que ha mantenido su poder y multiplicado su fortuna exponencialmente, tanto como ha sido empobrecida la sociedad de la que extraen sus beneficios sin piedad ni licitud alguna.
Luro y Pueyrredon son dos de esos apellidos “ilustres”, cuyos sus orígenes también se remontan a aquellos tiempos de “barbarie civilizatoria”, que luego fueron acompañados por otros llegados desde lejos para completar una fuerza de ocupación letal para el desarrollo virtuoso del País que se estaba gestando. Allí aparece el apellido Bullrich, el mismo que, acompañado no casualmente por los otros dos, está ejerciendo, ahora mismo, el vil rol de ejecutor de las más aberrantes políticas de represión popular disfrazadas con la palabra más usada por estos tiempos de degradación moral y política: “seguridad”.
Tratando de dejar una marca indeleble en la historia, esta portadora insana de apellidos y fortunas mal habidas, instruye el uso letal de las armas que el Pueblo le entrega a sus fuerzas de seguridad para con cualquiera que resulte sospechoso para los energúmenos que se cobijan cobardemente tras de un uniforme, para aplicar un reglamento mortal, creado para ejecutar sin tapujos legales ni sostenes jurídicos a quienes molesten al Poder y sus intereses.
Abierta esta “caja de Pandora” de la muerte permitida, el miedo será la razón que desvanezca cualquier rebelión ante las atrocidades sociales que esos mismos asesinos protegen con sus balas. Las espaldas de los pobres y desvalidos, de los ninguneados y estigmatizados, serán el blanco predilecto de esos “guapos de ferretería”, escudados en la dudosa letra escrita por una beoda y sus asesores marketineros.
Y será gran parte de la sociedad que sostenga semejantes brutalidades, atravesada por odios desatados por la influencia perversa de los poderosos y sus medios de comunicación, formadores de “sentidos comunes” que retroceden milenios en la conformación humana, atavismos de épocas donde la vida y la muerte eran correlatos de la subsistencia. Serán felices los odiadores consuetudinarios, los arregladores de economías de mesas de café, los señaladores de pajas en ojos ajenos e ignorantes de las vigas en los propios.
Se regodearán los conductores de programas televisivos donde se pondera el horror de la muerte periódica de los pibes de las gorritas estigmatizadas. Podrán, al fin, entrevistar a los asesinos de uniforme con la satisfacción de la impunidad abierta, con el regocijo de la eliminación de los molestos cortadores de avenidas, con la miserable proeza de las armas liberadas para la justicia instantánea.
Ha llegado la felicidad del gatillo fácil legalizado. Ha nacido una época mortal, un período donde la vida no vale nada, menos que ahora mismo, que ya poco vale. No les basta con el hambre y el abandono, no les es suficiente la salud colapsada y las aulas derrumbadas. No les alcanza con el desempleo y el estropicio programado de una economía aplastada, mientras resguardan sus ganancias financieras en las guaridas fiscales.
Es el caldo de cultivo ideal para la destrucción final de una Patria que quieren desaparecida. Es la chispa con la que desean provocar la explosion fatal de un Pueblo que pretenden demolido y desmoralizado, sometido y desmembrado, fácil presa de las armas reales y virtuales con las que se intentan matar las esperanzas.
Queda solo la ilusión de alcanzar, con la amalgama de los perseguidos y los mutilados de futuros, y con el liderazgo de quienes aún sostienen las banderas del honor y el raciocinio, el sueño de la liberación final de los eternizadores de los dolores populares, para expulsarlos definitivamente de nuestro territorio ultrajado, arrojándolos al rincón final donde habrán de morir sus poderes, atravesados por la espada de los recuerdos de los sencillos héroes cotidianos baleados por la espalda por los cobardes hacedores de todas nuestras desgracias.

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