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lunes, 12 de noviembre de 2018

LA LLUVIA NECESARIA

Imagen de "Radio Cadena Nacional"
Por Roberto Marra
La lluvia es uno de esos sucesos de naturaleza climática que más controversias suele generar. Su llegada puede ser considerada bendición o desgracia, salvación o hundimiento, esto último, a veces, literalmente. También con la palabra lluvia, la sociedad ha sido convencida mediante metafóricas referencias a la caída prodigiosa de lucros y ventajas, con pronósticos “meteorológicos” que nunca se cumplen pero que logran efectos esperanzadores en millones de crédulos rápidos en fórmulas mágicas y “meteorólogos” de insanas teorías económicas.
Lejos de llegar esa lluvia portentosa de inversiones extranjeras, la población ve como cada día se seca más y más el suelo abonado con su trabajo mal pago. Huyendo hacia adelante, los inútiles “pronosticadores” de felicidades que saben imposibles, pactan martirios futuros a cambio de respiros minúsculos del presente, mientras la Nación se hunde en el barro maloliente de miserias nunca vistas.
Mientras el portador de las palabras más insultantes a la inteligencia popular continúa en campaña permanente, con extrañas puestas en escena de visitas “sorpresivas” a “sorprendidos vecinos”, en la oficina que el FMI ocupa en el Banco Central, se elaboran los detalles del desfalco programado, pronosticando otro tipo de lluvias y tormentas con seguros daños irreparables para los atribulados espectadores de esta comedia dramática, a la que ya muchos desean bajarle el telón.
Más y más lluvias de dolores y desgracias fabrican cada día, como mal remedo de aquel sabio ingeniero Baigorri y su máquina para hacer llover. Pero lejos de la búsqueda de beneficios a la producción, como la de ese buen hombre, estos manipuladores de cerebros y circunstancias solo saben generar riquezas inmensas para especuladores y corporaciones financieras, socios inconmovibles de cuanto gobierno antinacional haya existido.
Enfrente están, hasta ahora, solo las palabras. Ciertas, convincentes, honestas las más de ellas, pero todavía inconexas, aún demasiado egocéntricas, postergando la confluencia inexorable que las mayorías necesitan. La unidad se va construyendo muy lenta, con algunos pretendidos “líderes” que asoman sus pequeñeces para poner el carro de las candidaturas delante del caballo de las ideas programáticas.
En el remanso que genera el centro del huracán en el que estamos inmersos, muchos se confunden, creyendo ver el final de la precipitación de males sufridos hasta el momento. O tal vez no sea confusión, sino profundo odio antipopular, refugio de ignorantes y cobardes que prefieren sus propias desgracias a “soportar” el regreso del “populismo” que, mal que les pese, les hizo “llover” sus venturosos días de opulencia consumista.
Se pronostican muchas “tormentas” para el final de este oscuro (des)gobierno. Se anuncias lluvias de palos y balas para quienes se atrevan a pronunciarse contra su “modelo meteorológico”. Se asegura que llegarán más beneficios... pero solo para los bicicleteros financistas.
Todo indica que el Pueblo debe abrir con urgencia sus paraguas, debe cobijarse con premura bajo un mismo alero y encontrar temprano el puente que le permita transitar sobre la horrenda inundación de hambre y miseria. Sabiendo exactamente que al final, del otro lado de ese río de aguas turbulentas, estará obligado a terminar la obra inconclusa de las generaciones de tantos argentinos que mojaron nuestro suelo con la sana esperanza de una Patria soberana.

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