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jueves, 29 de noviembre de 2018

A LOS PIES DEL MUNDO

Imágen de "El Cronista"
Por Roberto Marra
Como cualquiera habrá podido advertir, por estos días de reunión del famoso “G-20”, la ciudad de Buenos Aires ha sido sitiada. Con esa ya ancestral condición “porteñocéntrica” de construcción de la realidad nacional, pareciera que toda la población del País estaría involucrada en estos actos intimidatorios disfrazados de “prevención”, una especie de ejercicio invasor del imperio y sus adláteres y chupamedias locales, siempre ampulosos y exagerados a la hora de manifestar sus repugnantes cipayismos.
Demostrando la poca o nula simpatía popular a los “ilustres” visitantes, se ha conformado una especie de gheto porteño, donde hasta se habla de una supuesta “hipótesis de conflicto”, en ese lenguaje de películas hollywodenses que tanto aman los endeudadores seriales instalados en la Rosada. La parafernalia armamentística, pobre imitación de la del presidente del imperio del norte, subyuga ahora a la ministra beoda, que por estos días pretenderá demostrar sus capacidades organizativas superiores, ya puestas en ridículo por un sencillo partido de fútbol.
Ninguna otra cosa se puede esperar de semejantes sumisos al Poder Mundial. Nada nuevo podría surgir de sus mentalidades obsecuentes y vendepatrias. Ejercen el rol de mucamos de los titiriteros del orbe, limpiando el camino de indigentes para alegrar la vista de las ególatras visitas, asegurando las vallas de contención frente a las probables protestas de algunos miles de conscientes del significado de tanta mentira organizada.
Pero hay algo más, tal vez peor que esa acumulación de actos protocolares sin más objetivos que inclinarse ante los dueños de la humanidad. Existe una sumisión cultural profunda, una lenta pero persistente destrucción de nuestra capacidad de elaborar nuestro propio proyecto de Nación soberana, expresada con las preocupaciones por lo que dirán en el Mundo sobre cualquier acto, sea del gobierno o de grupos sociales que intenten expresar sus posiciones ante hechos trascendentes.
¡Es una vergüenza ante el Mundo!, gritaron los comentaristas con pretensiones de periodistas, cuando la payasesca (des)organización del Boca-River. ¡Tenemos que dar una imágen de País “serio”!, se desesperan ahora los mismos cómplices mediáticos de la actual destrucción nacional, cuando se acercan sus admirados presidentes del “Primer Mundo”, entre los cuales sobresalen un descuartizador de periodistas y el mayor fabricante de guerras del planeta.
¡Qué dirán en el Mundo!, se preocupan los eternos demandantes de palos y balas para los atrevidos solicitantes de pan y agua, o cuando aquellos que sí piensan, enarbolan las banderas de la dignidad de la protesta y la razón humana, poniendo un poco de luz ante semejante oscuridad ideológica.
¡Tenemos que demostrar que podemos ser como ellos!, exponen con crudeza los portadores del peligroso virus de la traición a la Patria, viles personajes que solo profundizan la decadencia moral de una sociedad atada al yugo construído por energúmenos sin escrúpulos, repletos de vanidades sin sustento intelectual, engordados de soberbias que solo demuestran sus incapacidades históricas.
Aquí estamos ahora, atentos a la foto final de 20 personajes que levantan sus manos saludando a nadie, despues de conversaciones repletas de falsedades y comentarios ridículos, adornado todo por la segura predisposición del mayor de los mentirosos seriales del planeta, el peor presidente de nuestra propia historia, hablando en su medio-inglés para demostrar su pertenencia absoluta a los designios imperiales.
Afuera, muy lejos, en medio del barro, las zanjas malolientes, las muertes cotidianas de asaltados y asaltantes, las chimeneas sin humo, los comercios vacíos, las escuelas derrumbadas, las casillas de chapa, los pibes fumando sus muertes narcotizadas, allí donde pasa la vida real, la de cada día postergado, allí no llegarán los ruidos del G-20, tapados por las sirenas de los patrulleros buscadores de muchachitos con gorritas predestinados a la muerte temprana.
Mientras, en una lujosa recepción preparada en algún imponente edificio rodeado de ejércitos armados hasta los dientes, los hacedores de todas esas miserias universales, reverenciados por sus opacos siervos locales, devoran el suculento manjar preparado para alimentar la perversa injusticia programada por ellos, los verdaderos arrebatadores de la vida planetaria.

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