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martes, 11 de septiembre de 2018

LA VERDAD ASESINADA

Imagen de "Sumando historias"
Por Roberto Marra
El asesinato de la verdad ya se ha convertido en algo habitual, diario, permanente. Acribillada con relatos fantásticos, con incoherencias delirantes, con bastardeos informativos, con imprecisiones elaboradas expresamente para confundir, con gritos destemplados de “señoras gordas” de barrios “paquetes”, con insultos cotidianos de taxistas desclasados, con patéticos discursos de funcionarios de brutalidad manifiesta, con cuentos infantiles sobre tormentas financieras y tifones de alegrias infinitas sin sentido.
Montado sobre esa irrealidad prepotente, avasallante y mezquina, cabalga la hipocresía de muchos odiadores de bares y cafés, vulgares reproductores gratuitos de las sartas de falsías destructoras del sentido y la razón, para goce de sus imbecilidades ocultas en el amontonamiento de supuestas moralidades que no sostienen con sus propias vidas. Se convencen mutuamente de sus ridículas aseveraciones, destiladas por periodistas sin escrúpulos, hacedores de inconciencias y lujurias vengativas, empachándose de frases hechas y prejuicios demandantes de más mentiras para sostener tanta idiotez prefabricada.
No estan solos en sus fantasías odiadoras. Colaboran en ello supuestos opositores amigables con el Poder, medrosos mendigos de favores, aliados de contubernios y levantamanos de ocasión. Pululan por los pasillos del Congreso, esperando promesas de sus compinches para asegurar sus votos miserables a favor de la destrucción de la Nación. Nada de lo que suceda les moverá de sus caminos irreductibles hacia la indignidad y el agravio al Pueblo, que los colocó allí (¡pobres inocentes!) para resguardar sus intereses.
La hipocresía, entonces, se ha convertido en método. Presentar reflexiones honestas sobre la realidad como si fueran parte de discursos antidemocráticos, es otra manera de destruir la verdad. Atacar a quien se atreva a nombrar, con la certeza de lo evidente, lo que sucede en la sociedad, es la regla del odiador. Denostar y escarnecer a quien intenta abrir la cabeza de tantos estupidizados, con sinceros discursos que hagan posible vislumbrar el otro lado de las noticias, forma parte de la tarea de “periodistuchos” millonarios y estrellitas de ocasión siempre dispuestas a vender sus escasas neuronas a quien les asegure fama y dinero.
La mentira es la mercancía del momento. Se cotiza muy alto en los “mercados” comunicacionales, a caballo de la acumulación de poderes asegurados por las fuentes de tantas falsedades, los que ofician de gobernantes salvadores del demonio “populista” y sus “corruptos” líderes. La auténtica verdad se ensucia y despedaza, se introduce en el arcón de los recuerdos bajo siete llaves y se aisla del Pueblo adormecido con el somnífero fatal de la desesperanza.
Sueños de contenedores inmersos en arenas patagónicas sostienen a los obtusos creyentes en fantasmas dinerarios que les permitan señalar a otros como culpables sus propias culpas, responsables de sus incapacidades, pretendiendo formar parte de la fiesta a la que no fueron, ni serán jamás, invitados.
Las vidas de millones de personas son la moneda de cambio que utiliza el perverso sistema dominante. La desaparición de sus futuros en nombre de pobrezas ceros y desarrollos prósperos de una Nación a la que están desguazando, son las balas del arma que está matando la verdad para asegurar esta inequidad agobiante, es la miseria creadora de muertes cotidianas, es la “filosofía” repugnante de los valores deshonestos y la condición necesaria para sellar el destino impuesto por el imperio decadente al que sirven con denuedo tantos rufianes.
Queda el recóndito sueño de regresos de corduras unitarias, de comprensiones y certezas que se tiraron por la alcantarilla de las ambiciones, de pasados que son fuente de futuros de mejores horizontes. Queda recorrer el viejo camino de la lucha renovada, del trigo sin la paja de la traición, del carro de los melones bien acomodados, para encarar de frente la batalla impostergable para resucitar esa difícil construcción de una estructura conformada por tantas esperanzas, el mejor y más seguro andamio para lo que habrá de ser, por fin, la casa de la Patria postergada.

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