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lunes, 23 de julio de 2018

UNIDAD, ES LA DE ABAJO

Imagen de "horadeopinion.com.ar"
Por Roberto Marra
 
La política es la continuidad de la guerra por otros medios”. Esta frase, espejo de la famosa expresión de aquel famoso estratega militar Von Clausewitz, podría servir para exponer con certeza la forma en que los distintos grupos ideológicos, reunidos en esas entidades difusas que son los partidos políticos, manifiestan sus posiciones frente a los desafíos electorales o ante la necesidad de explicitar sus pensamientos sobre los temas más acuciantes que retan a la sociedad.
Por estos tiempos de “tormentas” neoliberales y barcos de velas arriadas, quienes se manifiestan opositores y pretenden suceder al gobierno más cínico y mentiroso que haya conocido nuestra historia, permanecen todavía en una etapa de escarceos temerosos, propios de las dudas que existen sobre algunos de ellos por actitudes muy frescas de connivencia con el (des)gobierno actual hasta hace casi nada.
Dios los cría y el viento (neoliberal) los amontona”, serviría como frase que resume las circunstancias. Los hechos superan a las divergencias en las bases, pero no logra hacer lo mismo entre los dirigentes. Al menos, no tan rápido como se precisa. Y es que las palabras, si tienen algún valor, no pueden olvidarse tan facílmente. Las bajezas morales de las que se han servido para acusar a los (y sobre todo, a la) que fueron su propios conductores de hechos delictuosos, no se pueden borrar con el codo del mismo brazo con cuya mano se escribieron tamañas afrentas.
No se escuchan, por el momento, arrepentimientos o retrocesos sobre sus pasos mal dados. No hay “meas culpas” por ayudar al retroceso bestial que se ha provocado en la economía y la sociedad. “No es el momento”, dirán. Y es posible que sea así. Pero los tiempos se aceleran, las pobrezas se esparcen y la miseria toca a la puerta de los desventurados de siempre, asumidos ya como resaca de una sociedad que no logra encontrar una salida clara frente a tanta vejación.
La palabra “unidad” no deja de estar en bocas de todos los “opositores”, algunos de los cuales lo son más y otros, mucho menos. Pero solo parece haber la alternativa de la unidad de los dirigentes, desde donde surgirían propuestas a las que los ciudadanos adherirán o nó, sin haber sido partícipes reales en sus elaboraciones.
La enorme cantidad de militantes, apasionados defensores de sus ideas cuando aquellos flaqueaban ante el enemigo, no es demasiado considerada a la hora de convocar a la reflexión y elaboración de los programas. Suele hacerse solo para grandes actos, donde desde un escenario repleto de las mismas caras de siempre, nos anuncian las propuestas a las que deberemos, de ahí en más, defender y militar para lograr el triunfo electoral.
Pero el momento histórico es mucho más complejo que otros similares. La acumulación de poder de los poderosos ya es casi monopólica. Las herramientas del sistema de dominación mundial están a su servicio y, a no dudarlo, sabrán cooptar voluntades de alguna parte de esta “unidad” atada con alambres que se está gestando. Urge, por eso mismo, transparentar posiciones, descubrir los velos de los pensamientos de cada sector opositor, para desarmar a tiempo el campo minado de las controversias basadas en falsedades y diatribas inventadas por el enemigo y aceptadas por los eternos acomodaticios.
Servirá, antes que otra cosa, esparcir la idea de la unidad popular como prioridad. Unidad devenida del convencimiento de los de abajo, de los eternos olvidados por algunas cúpulas que solo miran sus ombligos. Convencimiento desde donde puedan sostenerse, con la fuerza que solo da la masividad de los cimientos ideológicos (y también prácticos), las propuestas que se logren consensuar para encarar la enésima reconstrucción de nuestra Nación. Unas propuestas que no podrán evitar, si se pretende derrotar de verdad al despiadado enemigo que enfrentamos, la defensa de la soberanía política y territorial, la independencia para la aplicación de planes económicos de claros objetivos de desarrollo autónomo y la orientación inequívoca hacia el logro histórico más importante: la justicia social.

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