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jueves, 26 de julio de 2018

LA ORQUESTA

Imagen de "Diario La Reforma"
Por Roberto Marra
La “vidalita” es un estilo musical no bailable característico de nuestro folklore, en el cual los versos suelen ser amorosos y alegres, pero acompañados de una música triste. Tremenda similitud conceptual con la Vidal(a) que ejecuta su “música” desde diciembre del 2015 en la Provincia de Buenos Aires. Detrás de su pose de estudiada caracterización angelical, palabras edulcoradas y permanentes promesas de alegrías, se oye claramente, para quienes quieren escuchar, un triste sonido (no tan musical) de una “orquesta” de asaltantes cuyos instrumentos son la trampa y el ocultamiento.
También son hábiles ejecutantes del “escondido”, estos (y estas) rapiñeros de confianzas y datos personales de centenares de extraviados sociales, de gente engañada a fuerza de promesas vanas o penetrada por odios inventados para acabar con quienes antes les habían levantado la cabeza del oprobio de la miseria cotidiana.
La “cifra” es otro género muy apetecido por esta orquesta de creadores de realidades paralelas, cuya acumulación en las arcas oscuras de cuentas nunca conocidas, suenan cada vez más reales para los otros estafados, sus propios candidatos, ejecutantes de una “milonga” de entreveros mafiosos y evasiones millonarias sin ser parte de su “orquesta”.
Ahora se la pasan de “payada” en “payada”, inventando versos que no riman con los hechos y que, por lo repetidos, alejan cada vez más a su “tropilla” de votantes, incrédula ante tantos “triunfos” de dudosas épicas. Intentan continuar con sus engaños ejecutando complacientes “valses” de cadencias futurísticas, postergando el final irremediable con estribillos repetidos hasta la exasperación de sus embaucados.
Para acostumbrarnos a andar a los saltos (económicos), suelen tocar muy seguido las “cuecas” de las tarifas, espectacular “baile” donde casi nadie queda sin participar, salvo ellos mismos, claro. Luego podrán continuar con la “tonada” del dólar, fetiche que adoran tanto como al Dios Mercado, a quienes les rinden loas permanentes, sumando a millones de embelesados feligreses de esa mortal religión monetaria.
El “carnavalito” de mentiras y promesas incumplidas es el más tocado por estos instrumentistas de la falsedad. Suelen tocar las “cajas” con mucha pasión, sobre todo la de los jubilados, esos otros convidados de piedra al festín exclusivo de los cómplices del Fondo, el verdadero director de esta orquesta de arrebatadores de felicidades ajenas.
Al ritmo de la “polca” y la “galopa”, se preparan para un final de “rasguido doble” (¿o tal vez debiéramos decir “raje doble”?. Jamás se permitirán tocar un “loncomeo”, música maldita para estos odiosos ejecutantes, despreciativos de cualquier signo de culturas ancestrales de los pueblos originarios. Nunca ejecutarán una “chacarera”, para no tener que utilizar el odiado bombo de sus paradigmáticos opositores.
Violín en bolsa (más bien, stradivarius en paraísos fiscales), intentarán huir cuando los bailarines logren descubrir la esencia grupal de la música que nos robaron. Antes que lo hagan, sin embargo, deberemos hacerles ejecutar el justo baile que compense tanto desatino histórico, tanta vergüenza acumulada, tantos rencores exaltados. Y entonces sí, será nuestra propia “orquesta” de instrumentos populares y el coro afinado de voces unitarias, el que al fin nos haga bailar al ritmo de los sueños postergados.

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