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viernes, 27 de julio de 2018

LA INOLVIDABLE

Imagen de "periodicotribuna.com.ar"
Por Roberto Marra
Todos conocen esa famosa reflexión de Bertolt Brecht, que dice: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” Sin embargo, podríamos atrevernos a decir que le faltó, al final de la expresión, una mención a quienes luchan aun después de su propia muerte. Esos (y esas) serían los (y las) inolvidables.
Es que esas imprescindibles personas que transitan la historia en un tiempo determinado, suelen dejar mucho más que recuerdos. Sus hechos conmueven de tal manera a la sociedad donde actúan, que impregnan a sus integrantes y, desde ellos, a las futuras generaciones, con conceptos cuyas trascendencias provocan pertenencias inequívocas a los postulados elaborados por aquel (aquella) inolvidable.
Es el caso de Evita, que dejó una estela de razones para continuar con su lucha inacabada. Más que eso, dejó la traza de un camino que muchos siguen transitando con similar pasión por continuar con la construcción del sueño que la desveló siempre. Un sueño sencillo, tan humilde como sus destinatarios, simples gentes del Pueblo, cuyo empoderamiento social era, a la vez, la pesadilla de los oligarcas, que juntaron sus odios después de su muerte y lo convirtieron en bombardeos y fusilamientos, intentando acabar con un legado que no pudieron matar jamás.
Muchos años después, continúa hoy la disputa que Evita encarnara en su tiempo. A lo largo de los años que sucedieron a su muerte, nunca dejaron de aparecer quienes se manifestaban “herederos” de sus postulados, “verdaderos” intérpretes de su voluntad, al igual que sucedió (y sucede) con quien fuera su otra razón de vida, el General Perón.
En su nombre, muchos han convertido sus palabras en letra muerta, simples manchas de tinta en amarillentas hojas de libros que nunca leyeron y, si lo hicieron, jamás comprendieron. Transformados en alcahuetes del Poder, sus objetivos se ciñen al logro de algún cargo miserable que sustenten sus vidas traicioneras, para lo cual enarbolan pérfidamente en sus discursos, banderas que denigran con sus acciones posteriores.
Son los Judas del siglo XXI, asqueantes personajes que se ensañaron con otra mujer imprescindible, de nuestra época, a quien escarnecen para impedir la continuidad de su vida política, temerosos de perder sus privilegios, para lo cual no dudaron en aliarse con los enemigos acérrimos de Evita, ahora instalados en la Rosada tratando de convertir a nuestra Patria otra vez en colonia.
Cuando ya la realidad les pasa por encima, cuando los hechos superan sus entendimientos y comprometen sus futuros, terminan cediendo en sus posturas negacionistas sobre la imprescindible que los desvela y, mordiéndose los labios, intentan acercarse nuevamente a quien denigraron hasta el paroxismo hasta hace... nada.
No será más que una tregua en sus vaivenes politiqueros. No habrá de ser más que una forma de gatopardismo ideológico de la que el Pueblo deberá cuidarse. Fueron así también algunos de quienes se acercaban a la inolvidable Eva, a los que ella describió con la precisión de su alma corajuda. No son diferentes en la actualidad, buscando “palenques donde rascarse” cuando los poderosos les sueltan las manos.
Es hora de cumplir con el legado de aquella maravillosa mujer. Es tiempo de acercarnos a sus palabras, escucharlas con atención y sopesarlas con las balanzas de la inteligencia y el corazón. En su nombre, y con su espíritu como estandarte, es momento de rodear, cuidar y sostener, también, a esta otra mujer que intentó, junto a otro grande de nuestros tiempos, encarrilar este carro desvencijado en que habían convertido a la Nación, por aquel camino trazado con tanta pasión por la mejor, la única, la imprescindible e inolvidable Evita.

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